En la Tierra a viernes, 29 marzo, 2024

Definitivamente, alguien se ha vuelto boig

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Dice la prensa que el gobierno catalán ha aprobado un protocolo el que se establece que el personal de la sanidad autonómica “siempre hablará en catalán, independientemente de la lengua que utilice su interlocutor”, incluso cuando constate que el paciente tiene “cierta dificultad” de comprensión.

La norma aprobada ordena que, si en una conversación con un paciente este se muestra extrañado, el personal deberá preguntarle si entiende el catalán, pero tendrá que seguir usándolo, aunque en ese caso, el facultativo habrá de “utilizar recursos no verbales y material gráfico de apoyo”. Únicamente cuando la comunicación en catalán sea totalmente posible, el empleado podrá utilizar el español, pero “deberá repetir palabras o frases en catalán para ir introduciendo la lengua en el universo del recién llegado”. Definitivamente, alguien se ha vuelto loco y tras el argumento de que “después de 500 años, seguís sin entender nada”, utilizado como bandera y arma arrojadiza, los dirigentes políticos nacionalistas siguen su estúpida carrera hacia no se sabe muy bien donde, aunque ellos creen saberlo sobradamente.

Aunque resulte muy cansino escribir sobre este tipo de desafueros, parece inexcusable hacer en prer lugar, una afirmación tan vehemente como firme: el mayor de mis respetos hacia las lenguas vivas o muertas y para quienes las utilizan como vehículo de expresión y más en el caso del catalán, idioma que forma parte de, al menos, el 50 ciento de mis genes.

Hecha esta declaración de fe, que considero suficiente para que nadie me pregunte la vela y el entierro, ahí va una nueva declaración –mucho más académica , aunque no ello menos discutible: una lengua es, enca de todo, una herramienta de comunicación y solo cuando ésta función ha sido plenamente satisfecha, es cuando puede ejercer y utilizarse como elemento de identidad, como lo es la música, la  danza, el dete, la gastronomía o las costumbres en una sociedad.

Y esta sencilla afirmación, que seguramente será rebatida más de un interesado en que la historia bendiga todo tipo de excesos que comete el humano, está basada en algo tan sple como es el presumible origen de las lenguas y que no fue otro que el sple acto de entenderse con el vecino de al lado. Imaginar al homo erectus intentando dar el salto cualitativo del gruñido y el bastonazo a otro nivel de expresión más verbal y refinado para pedir alento a su vecino o ligarse a su vecina, parece una obviedad que solo merece traerla a colación para reafirmar, con rotundidad, que no es correcto
–incluso diría que es pernicioso utilizar la lengua como una bandera, es decir, como una seña de identidad, caiga quien caiga o salga el sol donde salga.

Las lenguas, incluso entre los anales más prarios, son básicamente vehículos de comunicación y además, en el caso de los humanos, forman parte inherente de su acervo cultural, aunque yo daría buena la irrupción de ese viejo sueño que es el esperanto, si su aparición me permitiera comunicarme con los cerca de 7.000 millones de seres humanos que habitamos el planeta tierra.
El drama sobreviene cuando alguien decide utilizar el idioma como arma arrojadiza contra el otro o como sple elemento de diferenciación, lo que no deja de ser una auténtica aberración intelectual, ya que se prioriza la seña de identidad, producto de una patente crisis de la misma, a la naturaleza misma de la herramienta: el poder de comunicar. Buscando un símil, quizá forzado, podríamos decir que es como utilizar el bisturí para apuñalar a alguien en lugar de usarlo para hacer incisiones que permitan sanar un tejido o un órgano dañado.

Uno trata de aginarse, llevada la norma al esperpento, a cualquiera que no sea catalanohablante aterrizando en un hospital tarraconense para hacerse una colonoscopia y que le presenten para su firma un consentiento informado en catalán y que ante la falta de comprensión, el facultativo se vea obligado a utilizar “recursos no verbales”. ¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!

Carlos Díaz Güell es editor de Tendencias del Dinero e innovaspain.com, profesor de la UCM y consultor de comunicación empresarial

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