En la Tierra a martes, 23 abril, 2024

El deporte regular nos cambia el corazón

La práctica de ejercicio físico de forma regular, sobre todo en especialidades en las que predomina el componente aeróbico o de resistencia, como la carrera o la bicicleta, produce una serie de adaptaciones beneficiosas para el sistema cardiovascular.

“Las principales son el enlentecimiento de la frecuencia cardiaca, un aumento de las cavidades cardiacas, un ligero engrosamiento de los espesores de las paredes del corazón, mejora de la función sistólica y diastólica y mejora de la vascularización, tanto del miocardio como de la musculatura activa periférica”, explica el Dr. Luis Serratosa, jefe del servicio de Medicina Deportiva del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, y codirector del libro Cardio Deporte. “Todas estas adaptaciones tienen una clara repercusión en la mejora de la capacidad funcional, no sólo para el rendimiento deportivo, sino también para las actividades de la vida diaria. También ayuda a disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular, sobre todo de cardiopatía isquémica”.

La práctica deportiva, incluso la que se realiza a una intensidad alta y durante muchos años implica numerosos beneficios para el sistema cardiovascular, “tan solo se ha demostrado un aumento de la incidencia de fibrilación auricular en deportistas que han hecho deporte de resistencia a elevada intensidad durante muchos años, aunque la causa de esta mayor incidencia no está del todo clara”.

Para evitar cualquier problema, el doctor Serratosa recomienda que “todos los deportistas y aquellos que quieran iniciarse en la práctica deportiva se sometan a una valoración cardiológica a partir de los 12 años. La valoración debe incluir una historia clínica detallada buscando síntomas de sospecha, como palpitaciones, dolor torácico, mareo o síncope asociado al esfuerzo. 

También hay que buscar antecedentes de muerte súbita o cardiopatía hereditaria en familiares de primer grado y una exploración física en la que se intenta descartar la presencia de soplos anormales. Junto con estas pruebas se ha de hacer un electrocardiograma en reposo”.

Existen otras pruebas, como la ecocardiografía o la prueba de esfuerzo (holter, cardioresonancia, eco de estrés, estudio genético o estudio electro-fisiológico) que se deberán hacer dependiendo del nivel del deportista, del hallazgo de las pruebas básicas y del tipo de actividad.

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