¿Cuáles son los síntomas?

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El estrés se manifiesta en los niños como una reacción física evidente y lo tanto más observable para el adulto: lloros, sudor en las palmas de las manos, arranques agresivos o defensivos, ansiedad, miedo, comtamientos de mecerse o consolarse a sí mismo…

El estrés se manifiesta en los niños como una reacción física evidente y lo tanto más observable para el adulto: lloros,  sudor en las palmas de las manos, arranques agresivos o defensivos, ansiedad, miedo, comtamientos de mecerse o consolarse a sí mismo, dolores de cabeza y de estómago, comtamientos nerviosos, repetitivos o rutinarios, desorden, desinterés, micción nocturna y trastornos del sueño son algunos de los síntomas que pueden evidenciar que el niño está sometido a un excesivo nivel de estrés en su actividad diaria.

 

Otros síntomas están relacionados con la depresión y la evitación de situaciones y el rechazo escolar. La tidez excesiva; la hipervigilancia; las inquietudes excesivas y la preocupación persistente sobre “qué puede pasarle a ellos o a su familia”.

También se observan problemas relacionados con la conducta alentaria, el interés obsesivo en objetos, personas o rutinas  y, puesto que no tienen recursos suelen pegarse excesivamente a los adultos.

 

La realidad es que los niños tienen demasiadas obligaciones y que maestros y padres pueden pedir y reducir el estrés si tienen en cuenta el nivel de desarrollo del niño y su capacidad para entender la naturaleza del evento provocador de estrés.

 

Como en el caso de los mayores, ayuda mucho la comprensión pero además podemos enseñarles a utilizar estrategias eficaces de afrontamiento  y adaptación a las distintas situaciones, retos y obligaciones que conlleva el oficio de vivir.  

 

Podemos ayudar al niño a anticipar eventos estresantes, como el naciento de un hermanito o un examen con explicaciones y diálogo para aumentar su entendiento acerca del evento venidero y reducir así su pacto estresante. La preparación excesiva, no obstante, puede resultar aún más estresante ya que, en ocasiones, el evento mismo lo convertos en una amenaza. Debemos anarles a que nos hagan preguntas que puedan ayudar a resolver sus dudas y su inseguridad.

 

Otra cosa. Es fundamental disponer de tiempo.

Además podemos ayudar a los niños a identificar y ejecutar la respuesta adecuada entre una variedad de respuestas y estrategias de manejo de situaciones que podemos rescatar de nuestro repertorio de experiencias pasadas, si nos dieron resultado y si no otras que aprendos de los errores. No basta con decir “eso está mal” debemos enseñarle cómo se puede hacer mejor. Guiar, conducir, acompañar.

Los resultados positivos ayudan a los niños a sentirse más eficaces en situaciones estresantes diferentes.

 

Es tante ayudar a los niños a reconocer, nombrar, aceptar y comunicar sus sentientos de manera apropiada. Podemos también ayudarles a expresar sus preocupaciones a través de la redacción o la expresión artística y el dibujo si son más pequeños.

 

Además podemos enseñarles unas sencillas técnicas de relajación basadas en la respiración (inspiración lenta y prolongada contando números  mentalmente hasta llenar los pulmones y volver a espirar suavemente mientras se va contando  hacia atrás) o en la relajación muscular (con los ojos cerrados les daremos instrucciones para que se aginen con una naranja pequeña en cada mano que tendrán que exprir apretando los puños y soltando suavemente después de la tensión. Tensar y destensar bíceps, mover el cuello a derecha e izquierda, hacia delante, atrás…)

 

Otra técnica de relajación consiste en ayudarles a  aginar un “lugar ideal” en el que se sientan a gusto, sin tensiones para que pueda ser utilizado como “refugio” en momentos de tensión. Enseñarles que es mejor tomar decisiones con la cabeza fría para lo cual, en ocasiones, conviene alejarse del problema. Y sobre todo ayudar a cambiar el denominado “diálogo interno” del no puedo el voy a intentarlo.

Otras estrategias básicas son la plementación de estrategias positivas y razonables de disciplina, un horario o el seguiento de rutinas cotidianas.

 

 

 

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