Metrovacesa condenada a cumplir su palabra

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Los últos años han sido difíciles y tumultuosos para la Compañía. Ha tenido que hacer frente a fusiones, opas hostiles, búsqueda de financiación y a un sin fin de obstáculos de los que ha ido saliendo de forma airosa. Pero con tantos frentes abiertos ha cometido un error perdonable, y este ha sido ignorar y maltratar a sus clientes que en justa medida han acudido a los tribunales en busca de justicia.

Los últos años han sido difíciles y tumultuosos para la Compañía.  Ha tenido que hacer frente a fusiones, opas hostiles, búsqueda de financiación y a un sin fin de obstáculos de los que ha ido saliendo de forma airosa. Pero con tantos frentes abiertos ha cometido un error perdonable, y este ha sido ignorar y maltratar a sus clientes que en justa medida han acudido a los tribunales en busca de justicia.

 

Son muchos los que piensan que tratar con una gran compañía es sinóno de seriedad, buenas maneras y sobre todo formalidad en sus actuaciones. Esto es lo que debieron pensar los inquilinos de los edificios de San Francisco de Sales y General Ibáñez Íbero, propiedad de Metrovacesa, cuando se pusieron en contacto con ellos para venderles los pisos en los que se encontraban alquilados.

 

Cuatro afortunados consiguieron cerrar la compra de sus hogares y el resto se quedó con la miel en los labios, pues Metrovacesa sin dar explicación alguna, decidió no solamente no cumplir con lo dicho sino iniciar el desalojo de las viviendas que habían constituido los hogares de 135 familias desde hace más de 20 años.

 

Metrovacesa despreció a sus inquilinos y puso toda su maquinaria en marcha para conseguir su nuevo objetivo, que no era otro que desalojar los mencionados inmuebles para poder comerciar con ellos sin las ataduras que los contratos de alquiler producen.

 

Sin embargo, Metrovacesa no tuvo en cuenta que en todo colectivo pequeño que sea siempre existen personas que no se conforman con las posiciones y luchan lo que creen que es justo. Y también en este caso surgieron personas valientes que decidieron plantar cara a la constructora pelear sus hogares. A pesar de estar advertidos de la lucha desigual que emprendían tuvieron el arrojo y el coraje de seguir adelante y enfrentarse al gigante.

 

Aunque no siempre la valentía tiene su premio, una vez más David derrotó a Goliat, y  Metrovacesa fue condenada en prera instancia a cumplir con la palabra dada y a escriturar las viviendas que había prometido a los inquilinos. Pero de sabios es rectificar y parece que Metrovacesa no lo es y en lugar de reconocer su error pretende aprovecharse de la lentitud de la justicia para evitar ejecutar la sentencia.

 

Desde aquí nuestro apoyo para los valientes y nuestro más sincero rechazo para aquellas grandes entidades que se aprovechan de su posición dominante para intentar cambiar el curso de la justicia y para especular con los hogares de sus clientes, que son al fin y al cabo los que les han dado de comer durante tantos años.

 

 

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