El 18 de marzo de 1966, los madrileños se despertaron con una “buena noticia”: la nueva Ley de Prensa que había promovido y defendido el entonces Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga (¡quien te ha visto y quien te ve!) O sea, la prera ventana que la Dictadura abría a la libertad.
Porque aquella Ley ponía punto final a algo que los periodistas de hoy verían como un infierno: tener que enviar todos sus escritos (artículos, informaciones, crónicas, comentarios, editoriales, pies de foto, chistes y hasta los crucigramas) a la CENSURA para que los aprobasen o los tachasen con lápiz rojo. Luego, y sobre todo viendo lo que ahora vemos, las cosas no fueron “románticas” y los periódicos siguieron con sus hipotecas y dependencias.
Claro que el pobre Fraga, además de luchar contra todos para sacar adelante su Ley, tuvo que ir a bañarse aquellas fechas al pueblo levantino de Palomares con el embajador americano para tranquilizar a toda España. ¡no en vano habían caído sobre territorios español 4 bombas atómicas 75 veces más potentes que las de Horísa y Nagasaki! Noticia que, cierto, hubo que ocultar o medio silenciar, a pesar de la nueva libertad de Prensa. Madrid, y dicen que hasta el Dictador, pasó los peores días de su historia, que también habría desaparecido si aquellos artefactos nucleares hubieran explotado.
