Los periodistas se enfrentan cada mañana, a cada segundo, a cada golpe de teclado o de obturador, a un ejercicio de responsabilidad: buscar la verdad. Y esto es posible si un sujeto profesional no puede ejercer su trabajo sin unos márgenes de libertad bien definidos y garantizados. Perseguir la información no es fácil; peor aún se presenta la noticia si, además, conseguirla entraña riesgos en la integridad física del informador. Episodios de violencia que muchas veces están protagonizados agentes políticos extremistas…
Los periodistas se enfrentan cada mañana, a cada segundo, a cada golpe de teclado o de obturador, a un ejercicio de responsabilidad: buscar la verdad. Y esto es posible si un sujeto profesional no puede ejercer su trabajo sin unos márgenes de libertad bien definidos y garantizados. Perseguir la información no es fácil; peor aún se presenta la noticia si, además, conseguirla entraña riesgos en la integridad física del informador.
Muchas veces, estos episodios de violencia focalizados en los periodistas suelen estar protagonizados agentes políticos extremistas: o bien sectores de ultraderecha o antiglobalización, la lucha callejera radical vasca, sindicatos. Las masas, casi siempre insatisfechas, no atienden a razones. Los objetivos son, en este caso, los de la pluma y la cámara: los que tienen el deber y la responsabilidad de presentar lo que pasa con la mayor objetividad posible.
El últo incidente tuvo lugar ayer miércoles, durante la entrada del dirigente de Batasuna, Arnaldo Otegi, a la Audiencia Nacional. Nati Villanueva, periodista de ABC, relata: ‘Este grupo de personas – el grupo de ultraderechistas congregado ya estaba insultando a los periodistas que estaban congregados y escoltados la Policía a apenas veinte metros de ellos. ABC fue uno de los medios increpados, con gritos de ABC, comunista. Tampoco se salvó de las precaciones la Cadena Ser. Los insultos y agresiones volvieron a los periodistas y cámaras, y fue entonces cuando tuvo que intervenir la Policía para proteger a una fotógrafa a la que además de llamar zorra y guarra, llegaron a golpear’.
Estos mismos sujetos representados la Falange, AUN o Democracia Nacional, son los mismos que boicotean día sí, día también, los actos a los que acude el ex dirigente comunista Santiago Carrillo. Uno de los incidentes más sonados fue el ocurrido el 16 de abril de 2005 en la librería Crisol de la calle Juan Bravo de Madrid. Durante los forcejeos y las agresiones que tuvieron lugar en ese encuentro, la periodista María Antonia Iglesias, ex directora de los servicios informativos de RTVE, fue maltratada estos violentos, quienes le introdujeron la boca un puñado de panfletos a la fuerza.
Cambio de tercio: Los periodistas tampoco han escapado al chantaje, la extorsión y los asesinatos, o tentativas, de la banda terrorista ETA. La revista radical vasca Ardi Beltza publicó, en el pasado, un número acompañado con un casete vídeo intitulado ‘Periodistas: el negocio de mentir’. Este vídeo denunciaba, en términos virulentos, el papel de la prensa que juzga ‘a sueldo’ del gobierno español. La periodista Aurora Intxausti, que escaparía poco a la muerte en una tentativa de atentado, formó parte de una lista de 40 periodistas designados su nombre en este documento y, de hecho, directamente amenazados. La justicia española abrió una información contra la revista Ardi Beltza y contra su director, Pepe Rei.
Cansados del vilipendio al que se han visto sometidos reiteradamente, los periodistas de las regiones autónomas del País Vasco y de Navarra, reunidos en San Sebastián el 13 de noviembre de 2000, después del atentado al que escaparan poco Aurora Intxausti, periodista del diario El País, y Juan Palomo, periodista de Antena 3, lanzaron entonces un llamamiento a la comunidad internacional, a la Unión Europea y a las organizaciones de defensa de la libertad de prensa a fin de que éstas midieran la degradación de la situación de la libertad de información en España, y para demostrar, de paso, su solidaridad con los periodistas amenazados.
El panorama, pese a que el debate ha sido silenciado u omitido al día siguiente de ser noticia, continúa siendo alentador. Los preros interesados en desdramatizar la violencia siempre han sido los propios periodistas que, las más de las veces, han preferido silenciar su situación continuando con su trabajo de informar. Continuando la lucha, constante y a menudo silenciosa, la libertad de todos. Tengamos en cuenta, también, la de los profesionales.
