Llega la hora de los sios. Los socialistas se presentan hoy dispuestos a corregir las últas desigualdades, aquellas que provocó natura con plan divino o sin él, esos injustos repartos de ADN en los que se sembraron genomas con la regla del azar, unos aquí otros allá, esos ojos de vidrio negro, esa mirada triste del prate al que le faltan tan sólo unos eslabones de ácido para alcanzar la categoría de humano. La fantaciencia política sabe que según el principio de indeterminación, sólo el azar más puro justifica que las dotaciones humanas hubieran caído en nuestra casilla. Y algunos grupos se disponen a corregirlo. En esto, también seremos los preros.
El texto propone que sean considerados ¡personas! No me sorprende que se hable de los derechos de los anales. La cuestión es vieja. La trató, ejemplo, Ferrater Mora, en alguno de sus últos libros, y de esto hace ya unas tres décadas. Debemos admitir que quizá los tienen, o más bien que somos humanos en la medida en la que somos capaces de tratar bien a los anales, no ejercer sobre ellos la violencia, y aplicarles los beneficios del desarrollo y los avances científicos. Pero el texto que nos llevan al congreso habla de personas, tanto de derechos equivalentes a los humanos. Se les da la bienvenida a la especie, y tanto se asume el deber de integración y de forzar en la medida de lo posible su equiparación a nuestra existencia. Total unos cientos de genes, qué más da, vamos a ser generosos, y les vamos a llamar personas y tendrán nombres como Chita, Zaius o Amedio, aunque les te un pepino.
Espero que se les conceda el derecho que tendrán todos los catalanes a disfrutar en términos de igualdad, del paisaje. Esto es lo que dice el Estatut que hoy comienza su camino en el Senado. Quizá hasta aprendan el catalán sin necesidad de la leña que siempre se prescribía en esos chistes sobre sios, (¡leña al mono!, qué brutos que hemos sido) que también tendrán que ser modificados. Estoy seguro de que con el tiempo, tal y como propone el proyecto que hoy presenta Araujo, se les dará un territorio propio, y unas lianas institucionales, y piano, piano llegarán a ser nación, una más en esta arca de la alianza en la que se ha convertido nuestra España. Cuando el gobierno apruebe la ley espero que María Teresa lleve a la rueda de prensa a un mandril, como presencia testonial de lo que estamos legislando, para que nos vayamos acostumbrando a que también es persona, a la mirada de sus ojos caídos, a su vestuario natural, a su tos un poco seca, y a sus dedos, tamborileando sobre la mesa mientras aguarda la línea en la que se dice persona, y aquella otra en la que se establece la subvención. Seguro que el mandril esboza una sonrisa y traza con su boli el quiebro lineal que confirma que ha comenzado la “regresión evolutiva.
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