Paco Hernando era el mediano de cinco hermanos. Por aquellos años, era común echarse un gran número de hijos a la espalda, aunque no se les pudiera mantener. Por ello, también era normal que estos no fueran al colegio y empezaran a buscarse la vida desde bien jovencitos, aunque de eso hablaremos más adelante, que hoy toca hablar de sus Padres.
Paco Hernando era el mediano de cinco hermanos. Por aquellos años, era común echarse un gran número de hijos a la espalda, aunque no se les pudiera mantener. Por ello, también era normal que estos no fueran al colegio y empezaran a buscarse la vida desde bien jovencitos, aunque de eso hablaremos más adelante, que hoy toca hablar de sus Padres.
Don Antonio y Doña Filomena de domingo en los duros años ´50 Doña Filomena, madre de Hernando, en la actualidad

Eran años difíciles y las dificultades enduren el carácter. El padre de Hernando, Antonio, “era un castellano de pura cepa y poco dado a chirigotas”, pocero de profesión (de casta le viene al galgo) trabajó hasta deslomarse y murió siendo aún un hombre joven. La verdad es que el fuerte carácter de Antonio y la cabezonería de nuestro protagonista hicieron que su relación se fuera deteriorando cada vez más. La ambición de Paco y sus ganas de “cambiar de mundo” no eran entendidas su padre, que pensaba que para su hijo ser pocero no era algo digno.
Cómo decía, murió siendo un hombre joven, que además de trabajar como un mulo, el trabajo de pocero no es precisamente la mejor de las procesiones… Pero Hernando le admiraba y lo que más ha sentido es que no haya vivido lo suficiente para que comprobara que había cumplido su sueño. Aunque siempre está presente y en su despacho de la mega empresa que ha llegado a montar, Onde 2000, su retrato preside la sala.
Sin embargo, su madre si que es para el constructor una persona especial. Doña Filomena, que aún vive y, supuesto Paco la tiene “como una reina”, es una mujer que en los años más duros se enfrentó a la miseria, atendiendo a un marido y a cinco hijos muertos de hambre, trabajando dentro y fuera de casa y siempre complaciente y sumisa con el patriarca.
En esta vida hay que ser valiente, le decía Antonio a Filomena el día que le anunció que había comprado un terrenillo en Vallecas y que se iban a ir a vivir allí. Aunque la madre de Hernando no estaba muy de acuerdo con el negocio, al final calló y cedió, como siempre. Así que tras coger unos cuantos ladrillos y planchas metálicas se fueron de madrugada a su nueva casa, un descampado en el que en un día tuvieron que levantar una “casa” para pasar la noche con lo poco que tenían, no podían ni siquiera comprar materiales nuevos.
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