Pero mucho, muchíso antes de convertirse en pocero, Francisco Hernando ya trabajaba, si se puede llamar así. Eran años muy malos y en las familias todos tenían que arrar el hombro, aunque tan sólo tuvieran cinco años. Eran tiempos en los que los niños perdían su infancia y desde muy pequeños conocían la terrible realidad que les rodeaba.
Después de desayunar los pellizcos que Hernando y sus hermanos cogían de los extremos de las ras que su madre compraba para revenderlas las casas, se iba a “buscar carbón donde fuese para que su madre pudiese hacer la comida en el fogón, el fogón era toda la cocina”. Después cogían un cubo y se iban a “buscar trapos viejos, huesos y botes vacíos de dentífricos” que vendían a los “paragüeros” para arreglar las sartenes y los cacharros.
Pero quizá el momento más duro de la jornada era cuando se iban “hasta los descampados que había cerca de la Plaza de Castilla, que allí había montañas y montañas de basura, y siempre podíamos llenar los cubos. Naturalmente había que remover con las manos toda la quería y metiendo a veces el brazo enca del codo”.
Hoy sus hijos, todos muy bien colocados en los diferentes departamentos de Onde 2000, no se aginan, ni de lejos lo que ha tenido que pasar su padre para llegar donde ha llegado, rozando la mendicidad y recorriendo el basurero de la ciudad…
Histórico:
(1) Un hombre que si no trabaja se muere
(2) Su prer amigo fue un ratón negro
(3) De casta le viene al galgo, de padre pocero, hijo pocero