ADIÓS A AMÉRICA

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La gran empresa española ha empezado a variar  el rumbo. Ya saben que en las grandes naves hay que dar unas cuantas vueltas a la rueda del tón para ganar unos grados en la orientación de la proa. Muchas más si el giro debe ser copernicano, de nada menos que de 180 grados. Son las preras consecuencias del golpe de Evo Morales contra los intereses de Repsol o del BBVA. Otros salieron del país antes de recibir el estacazo del mal de altura del altiplano. Pero todos han tomado nota.

 

La inversión empresarial en China se va a convertir en los próxos meses en un objetivo estratégico. Eduardo Morcillo, director de Interchina Consulting, reconocía este lunes en La Gaceta de los Negocios, que llevamos diez años de retraso. Si es cierto que, como dice Alan Friedman en el título de su últo bestseller “El mundo es plano”, nosotros seguos en un escalón que todavía no ha alcanzado el nivel del resto del planeta, al menos del mundo desarrollado, y según los criterios que marcan la evolución de una globalización tan patente como arrolladora.

 

Desde hace un par de años, los grandes del sector bancario, del energético, de las telecomunicaciones y de las finanzas, han enviado a sus mejores ojeadores a ver qué pasa en el gigante, a olfatear otunidades, a medir el momento de dar el paso con garantías de éxito. El asunto es serio. China copia con una velocidad de vértigo. La transferencia tecnológica es letal para nuestra industria. En pocos años han devorado nuestro sector del juguete, amenazan el calzado, y están a punto de pulverizar la industria de la cerámica. Hoy son una amenaza para la economía española.

 

El único antídoto es hacer como Francisco de Javier: viajar, entrar, conocer, conquistar, compartir tecnología básica, y apostar el conociento y la investigación para tener siempre ventaja. Al fin y al cabo, los mercados americanos serán siempre subordinados a la estrategia China. Que se lo digan a Méjico, que a pesar del Tratado de Libre Comercio, sufre la competencia feroz de los chinos, que venden más y más barato en el mercado norteamericano. Eso explica, en buena parte, el creciento de la emigración a la que se quiere enfrentar Bush.

 

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