En dos días, la realidad nacional ha sido reducida al absurdo. Estas cosas empiezan siempre un cambio de lenguaje. Algunas palabras se envían al vertedero, y aparecen otros términos nuevos. Así, Zapatero ya no habla de Batasuna, sino de izquierda abertzale, quizá sin advertir que cuando Otegui esgre ese término está incluyendo a la banda terrorista.
Las últas matizaciones de Rodríguez sólo han añadido confusión a la confusión. Un presidente titubeante, enhebraba frases sin sentido, y reclamaba que no hagamos caso de las palabras sino de los hechos. Conclusión: reconoce que las palabras no tienen ningún valor. ¿Los hechos? De los hechos no sabemos nada. ZP aspira a que todo se consume, lo más rápido posible para no morir quemado en esta fase crítica. Su ministro del interior, Pérez Rubalcaba, advertía hace unos días que de los hechos no se debe hablar, que cuanto menos se sepa mejor.
Una corriente de firmeza surgió ayer del Congreso de los diputados. No venía del jefe del ejecutivo, más interesado, según las indicaciones de Moraleda a los periodistas, en hablar de Rocío Jurado. Surgía de una breve conversación del Rey con el diputado Jae Ignacio del Burgo. “Navarra es sagrada”, le dijo. Y del Burgo respiró. Y nosotros también.
¿Piensa Zapatero lo mismo? La últa encuesta dice que el una abrumadora mayoría de navarros no quiere saber nada de las pretensiones de los terroristas de sumar la Comunidad foral a su mítica Euskalherria, a esa república socialista que según Otegui es el final de todo esto. Esas cifras le permitirían a Zapatero decir en público lo que el Rey dijo en privado, sin que nadie se moleste. Pero no. Prefiere la reducción al absurdo. Y demostrado el absurdo, todo es posible.
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