CATALUÑA BOSTEZA

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Dice Maragall que se ha terminado el “victismo”. Quizá. Es posible que haya terminado el suyo. Es probable que no tenga pretexto para justificar sus fracasos con la culpa de ese Madrid mesetario que en sus propias palabras “se escapa”, huye  en los índices económicos. Pero, ¿y el de CiU? ¿Y el de Esquerra? Me temo que no. ¿Y el de ese voto de castigo que le ha castigado con la indiferencia? Víctas. Es posible que ahora comience el victismo de quienes sotan una administración incapaz de gestionar el día a día, hundida en el agujero del Carmelo, enredada en el tres ciento, ausente, sin cobertura, convencida de que la Inquisición comenzó en la España del siglo XVIII, y ellos han llegado para remediar los pecados de la historia. Es posible que a veces se les vaya la mano, piensan, pero es el pequeño precio que se tiene que pagar cambiar el destino de los pueblos. El pueblo de Cataluña. ¿Dónde está? ¿En qué parte del voto se ha quedado? ¿Se puede ser pueblo y no compartir el mismo voto en el referéndum?  

 

En esta ceremonia de la confusión, Arturo Mas  y CiU son los más beneficiados. Así se las ponían a Felipe II. Dice Pepiño que a Rajoy le ha entrado la “pájara”. Más bien parece que el ciclista baja la cuesta mientras se fuma un puro mientras el cafetero de la sede socialista de Lugo hace cuentas y le sale que sólo uno de cada tres ha votado a favor. Quizá han preferido poner su piel en la parrilla de la torrefacción playera antes que ser vícta de aquella letal combinación a la que aludía Robertson Davies: “Aburriento, estupidez y patriotismo, especialmente cuando se combinan, son tres de los mayores males del mundo en el que vivos”.

 

Mientras, los catalanes dan solución a sus problemas cotidianos. La venta de pastores alemanes ha aumentado un diez ciento. En el caso de los perros el gentilicio germano se aprecia más que el del mastín de los pirineos. Es posible que se aburran de patriotismo pero no van a dejar que les roben la hacienda.

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