Con pelos y señales y publicidad hasta en la calva

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Periodismo de investigación retribuido y con áno de lucro. Hoy día nadie hace nada gratis. ¿Cuántas veces han discutido con su círculo de amigos aquello de ‘ cuánto harías…’? Llevar un mechón de pelo reproduciendo el logotipo de una conocida marca de aseo personal masculino en una cabeza afeitada al cero durante una semana. Sin gorras, pañuelos, ni badanas. Una campaña de TBWA con una política de comunicación regular. Fuos a lana… y salos trasquilados.

 

Loca idea la de esta empresa dedicada a la fabricación de hojas de afeitar y productos de depilación, propiedad del Grupo Energizer. Apoyados la agencia TBWA, lanzaron un concurso en España donde buscan personas dispuestas a raparse la cabeza y lucir el logotipo de la marca, tarea la que abonarán a los ‘dispositivos humanos’, la cantidad de… Pues eso.

 

Partiendo de esta dotación económica ‘medianamente justa’ –si nos guiamos el sueldo medio de un periodista, nos decidos a hacerlo. Una semana. El cabello afeitado, luciendo una radiante calva en la que destacan, de manera exagerada, las letras del logotipo de la marca con el producto que la campaña pretende relanzar, perfiladas con cuchilla y con letras de molde de pelo oscuro.

 

Los interesados en participar rellenaron su solicitud a través de la página web de la compañía. El 6 de junio se realizó la selección; y entre el 12 y 13 de junio, luego de pasar una cadena de peluquerías determinada el anunciante, los elegidos se convirtieron en calvaanuncio durante una semana.

 

Personados en una céntrica cadena de peluquerías presente en distintas ciudades españolas, las preras presiones de este redactor fueron surrealistas. Una hora después de ser convocados, y ante la ausencia de cualquier agente de prensa tanto de la empresa responsable como de la agencia de publicidad, los tres participantes en la campaña seguíamos con estrépito las indicaciones del peluquero. Al llamar inmediatamente a la empresa, nos contestaron que splemente teníamos que pasar a la acción; que el contrato de agen plícito que suscribíamos era efectivo y válido desde el momento que el participante era consciente de la aceptación de las bases al enviar sus datos correo electrónico. Dicho y hecho. El sujeto PR fue el prero en sentarse.

 

Sin embargo, pronto nos dos cuenta de que la no presencia de ningún agente de prensa acarrearía problemas. Obvios, otra parte: los otros dos aspirantes a ‘calvas publicitarias’ eran calvos. Uno completamente, y el otro, con el peinado a lo fraile. Segunda llamada a la empresa, esta vez del peluquero, que ante la posibilidad de realizar el peinado ‘extremo’ verdadero objeto de la campaña, pidió consulta y asesoramiento. Ambos concluyeron –el peluquero no muy convencido en perfilar con una especie de lápiz de ojos las letras en la calva de un concursante. Problema: que las letras se irían con el prer lavado. ‘Habrá que ser algo guarretes esta semana’, inquirió el concursante. El peluquero no lo veía. Pero el concursante, que de tonto como hemos dicho no tenía un pelo, se perfiló y se llevó la plantilla a su casa. No queda constancia de si lució el dibujo o no durante la semana. Se llevó el dinero. El tercer concursante, el del peinado a lo fraile que, acabó con el logotipo en un occipital y el producto en el otro. Dos patillas extremas.

 

 

Más problemas. Las plantillas facilitadas la empresa para realizar el relieve con el pelo natural del concursante no eran del agrado del peluquero, que se demoró unas cuatro horas en acabar con el peinado. El peluquero, que en todo momento se mostró escéptico con la iniciativa, tuvo su único y garrafal fallo al poner la plantilla al revés. Como las letras de las ambulancias, para que ustedes se hagan a la idea. ‘No lo pienso repetir’. El redactorcobaya, perplejo, le dijo que hiciese lo que quisiera, pero que se asegurase de que, después de todo, su ‘faena’ no anulase la validez de la campaña. Como anécdota, otro pequeño detalle. En vez de emplear para el afeitado la marca de cuchillas de la campaña, el peluquero utilizó una serie de cuchillas de supermercado, ya que la organización no le había facilitado utensilios de barbería. Remarcando en este punto que el peluquero no era barbero, sino estilista.

 

Tras una semana con el logotipo al revés, luciendo campaña, nos personamos a cobrar el cheque. El cobro se realizó sin problemas e incluso tuvos, ahora sí, la otunidad de charlar con un agente del gabinete de Prensa de la empresa.

 

En total, nueve personas en la Península participaron en esta campaña de g: tres en la capital, dos en Barcelona, otros tantos en Sevilla, uno en Zaragoza y una chica de Valencia. Desde luego, si se mide la notoriedad dar la nota… Lo han conseguido. Nosotros, una vez, también.

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