Hoy me salgo de mis fronteras madrileñas para decir lo que me quema la sangre de viejo periodista.
Cuando estalló el escándalo del Watergate en Estados Unidos (yo estuve allí), con Richard Nixon todavía en la Presidencia, se produjo un curioso debate a nivel nacional entre los medios de Comunicación afines al Gobierno y menos amigos en base a una cuestión.
¿Podía un periódico (se referían, claro está, al famoso Washington Post) hacer preguntas sin que hubiese respuestas? ¿Era delito hacer preguntas públicas sin que hubiese respuestas? ¿Era delito hacer preguntas públicas a sabiendas de que la administración iba a dar la callada respuesta en su propio beneficio y defensa?
En aquella encrucijada la Corte Suprema de Justicia cortó lo sano y sentenció para la Historia en este tono:
a) ¡JAMÁS UNA PREGUNTA PUEDE SER DELITO, AUNQUE ENCIERRE INSINUACIONES PELIGROSAS y
b) ¡Las preguntas, como las opiniones, no pueden tener cortapisas legales de ningún tipo!¡Eso sería la muerte de la libertad!
Y gracias a aquella decisión el Washinton Post pudo seguir el tortuoso camino que le llevó a descubrir toda la verdad del llamado “caso Watergate” y que le costó la Presidencia a Nixon. Posteriormente, las Naciones Unidas reconocieron el derecho de los periodistas a preguntar con entera libertad, como antes habían reconocido incluso en “Derecho al error”.
Y es que la cuestión no está en la pregunta sino en el Derecho (también reconocido) de la Respuesta. Un personaje entrevistado o reclamado los periodistas tiene su derecho a no aceptar la entrevista, a responder con el famoso “no comment” o a mentir en sus respuestas. Son dos Derechos absolutamente legales: el del periodista y el del personaje.
Por eso me ha sorprendido que los abogados del Sr. Hernando se quejen del cuestionario que el Director de este PRNoticias le envió conducto, encina, privado. Alguien debe aprender lo que es la libertad de prensa.
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