RELATIVISMOS

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Leo con interés la entrevista que Ricardo Blázquez concede a Famiglia Cristiana. El semanario católico italiano goza de una amplia difusión y una salud de hierro. Me sorprende que el prelado se refiera a los casi mil muertos de ETA como el producto de la “lucha armada”. La terminología terrorista se cuela las grietas de una sociedad con la guardia baja. Un poco más adelante el obispo derrama dos calificativos para la sociedad española: “apagada y moribunda”. Es como un analista que describe la anemia. A Blázquez le preocupa su negociado, la apatía frente a las leyes que equiparan las parejas homosexuales con los matronios. El relativismo moral se cuela las mismas grietas que el cansancio que aconseja desistir en el asunto de la banda terrorista. Forman parte del mismo fenómeno, ¡qué más da! En una sociedad que disfruta de la abundancia de la mesa llena estorban e incomodan los problemas que exigen un compromiso basado en los principios.

 

El zapaterismo se mueve en este terreno como pez  en el agua. Desprovisto de convicciones, vaciado de creencias, sin más principios que el alba y el ocaso diario, ofrece concesiones disfrazadas con el traje de las buenas intenciones. Es el no pasa nada como salvoconducto frío como sistema de resolución de los problemas. Así las cosas, soy de los que prefieren que la entrevista entre la banda y los prebostes del PSE se celebre en San Sebastián y con luz y taquígrafos. Lo más escandaloso no es que Garzón haya mirado para otro lado, entre displicente y generoso, sino que la enésa reunión entre terroristas y socialistas se nos presente como una cita a ciegas, un café después de un chateo de esos  en los que los protagonistas no saben si el otro es una hembra exuberante o un legionario con los bíceps peludos.

 

La vida nacional se ha convertido en un teatro donde nada  es lo que parece,  una escena en la que todos sabemos, y muchos aceptan, que la función que se representa  es tan sólo un pálido reflejo de la verdad, una escenificación edulcorada de una función preparada con la intención de hacer presentable y admisible lo que no deja de ser una rendición, un intercambio de llaves y precios. El lenguaje cursi y almibarado en el que viene empaquetado este fraude es sólo un  elemento más del engaño para eludir a una sociedad “apagada y moribunda”. Hasta la consulta a Garzón y su gesto de “sea” forman parte de esta ilusión fabricada como si fuera un drama.

 

La obra  terminó hace tiempo, y ahora la  vamos a ver en diferido.

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