Libertad vigilada en Antena 3: ¿Mi hijo? ¡No! Mi hijo no…

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El pasado lunes, día diez de julio, Antena 3 estrenó su nuevo formato de ‘concursorealitydocushow’ ya no se sabe cual es la fórmula correcta para tener contentos a los directores de programación y antena. Ha tenido tiempo. Una semana. Suficiente. Lo necesario, lo menos, para que la cadena haya empezado a emitir las preras ágenes subiditas de tono. Y, lo que es mucho mejor aún, la reacción inocente de los padres de las criaturas al ver a sus retoños comtarse como no lo habían hecho en sus vidas. Pero ¿existe realmente libertad en este programa?

El pasado lunes, día diez de julio, Antena 3 estrenó su nuevo formato de ‘concursorealitydocushow’ –ya no se sabe cual es la fórmula correcta para tener contentos a los directores de programación y antena. Ha tenido tiempo. Una semana. Suficiente. Lo necesario, lo menos, para que la cadena haya empezado a emitir las preras ágenes subiditas de tono. Y, lo que es mucho mejor aún, la reacción inocente de los padres de las criaturas al ver a sus retoños comtarse como no lo habían hecho en sus vidas. Pero ¿existe realmente libertad en este programa?

 

A pesar de que el concepto es amplio y que, atendiendo a su esencia, goza de una interpretación y unos atributos bien distintos según la persona que la interprete, diremos que la universalidad de la libertad versa precisamente sobre ese sentiento personal de ser libre, entendiendo ser libre, en este caso, estar desembarazado o exento de algo. Una libertad vigilada, tanto, es un engaño: el engaño que sufre la persona que se cree libre de un cargo y que, en efecto, no lo está.

 

El engaño debe estar en el contrato, algún sitio. No ponemos la ética en duda que su ausencia total es evidente, pero tantas revisiones de un formato con infinita posibilidad de vueltas de tuerca han llevado a los relaties, últamente, a emplear el engaño no ya cómo cebo para los concursantes –la tentación innecesaria de la ca y el morbo de verse en algo más que apuros, si recuerdan ‘Confianza Ciega’, sino como aliciente para la audiencia.

 

laSexta, que ayer estrenó su segunda versión de ‘El show de Cándido’ bajo el nombre de ‘El show de CándiDos’ –un elocuente y despierto juego de palabras, seguramente sacado de la chistera del mismíso Emilio Aragón, o de Florentino Fernández, o de alguno de sus guionistas en prácticas, emplea el engaño como reclamo: los concursantes creen estar en un concurso mientras que, al más puro estilo –cutre, eso sí ‘El show de Truman’, están encerrados en otro totalmente distinto, con actores, y cosas que no son lo que son y puede que sean lo que precisamente parecen. Fíjate.

 

Pero hablábamos de Antena 3 y su ‘Libertad vigilada’, el título elegido Antena 3 para su nuevo concurso de vida en directo. El proyecto, cómo no, de ZeppelinEndemol, comenzó a emitirse el pasado lunes 10 de julio en horario nocturno. Las reglas del juego son las siguientes: un grupo de jóvenes de entre 19 y 24 años son seleccionados para pasar las últas vacaciones en grupo antes de independizarse y estar necesitados de recursos para alquilar casa. Con el nexo común de querer emanciparse del hogar paterno se embarcan en un viaje a un hotel de lujo en Fuerteventura con la excusa de participar en un concurso para Intet y obtener de este modo recursos para su propósito. El premio consiste en la cesión de una vivienda y el pago de todo un año de vida independiente que presupone la responsabilidad y la madurez del ganador.

 

Sin embargo, sus padres, les espían desde instalaciones contiguas las veinticuatro horas del día para comprobar cómo se desenvuelven sus retoños sin su protección. Y, de paso, para conocer el ‘alter ego’ de sus hijos, el ‘yo’ real, el que muestran con sus amigos y quizá, según las personas que integran la familia, el lado personal que los padres no deberían conocer.

 

El conflicto, en televisión, cotiza a buen precio. Supongamos dos chicos, chicochica para no rizar el rizo, guapos, jóvenes y sanos. Se conocen. Se atraen –no ya se gustan, se atraen. Sufren el pulso anal aliñados con el calor, las prendas ligeras, y el sentiento falso, pero que ellos palpan, de libertad. Tienen sexo.

 

La conducta es libre, libérra, y en eso estamos de acuerdo. Pero también uno ha de ser libre para elegir el momento y determinar su adecuación. Tener sexo con tus padres –y los de él/ella al otro lado de la pared, siendo testigos mudos de todo lo que acontece, es algo cuanto menos delicado. Y ante esa circunstancia o condicionante uno ha de tomar una decisión. Es erróneo pensar el hecho de que si unos hechos condicionan una decisión estos mismos hechos anulan, tanto, la libertad: que uno es libre de elegir su momento sopesando el entorno. La libertad se ve menoscabada cuando, en este caso, el entorno se silencia y es testigo de cargo de una gran mentira expuesta a interpretaciones ajenas a una realidad que ellos no viven.

 

¡Ay, pero qué bonito es el amor, el engaño, el juego, la seducción…! Qué jugosa coctelera. – i hijo, que como el de mis vecinos, no bebe nunca, se ha tomado dos copas y mira cómo se ha puesto…, se justificaba uno de los padres. Su hijo estaba desnudo en la piscina, ‘meneando la cola’ y no como los peces, precisamente. Jaleaba, con un compañero, a otras dos jóvenes, que acabaron igual. Al menos dos de ellos, chica y chico, se acostaron, no sin antes tapar las cámaras con toallas. Para disfrutar el uno de la libertad del otro y viceversa, del amor libre; del amor, el engaño…

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