Los micrófonos abiertos son un problema para los políticos y una fuente de jugosas anécdotas para los medios de comunicación. En esta ocasión, el desprevenido presidente de Estados Unidos, George Bush, fue cazado “in fraganti” en la cumbre del G8 dialogando con su par británico Tony Blair sobre la crisis de El Líbano. “Lo que tienen que hacer es decirle a Siria que le diga a Hezbolá que pare toda esta mierda”, dijo Bush. Zapatero, Aznar y Rajoy, entre otros muchos, también han sido víctas de los micrófonos indiscretos.
El chascarro del mandatario estadounidense se produjo justo cuando masticaba relajado y con la boca abierta su últo comida en suelo ruso.
― Bush: “Creo que Condi (la secretaria de Estado, Condoleezza Rice) deberá ir (a Oriente Medio) muy pronto”
― Blair: “Correcto, eso es todo lo que ta, llevará algo de tiempo organizarlo”. Y agregó “Mira, si ella (Rice) va debe tener éxito, como cuando salgo y hablo”
― Bush: “La ironía es que lo que tienen que hacer es decirle a Siria que le diga a Hezbolá que pare toda esta mierda, y todo se acaba”.
Pero éste no ha sido el único chascarro de Bush que, hace sólo unos meses, se mofó de las gafas de sol que usaba Petter Wallsten, del diario Los Angeles Tes, que está casi ciego y debe usar protección para no agravar su enfermedad. Según el diario The Independent, Bush llamó posteriormente al retero para ofrecerle sus disculpas.
Los micrófonos abiertos también han “traicionado” a los políticos nacionales. Sin ir más lejos, el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero ha padecido los inconvenientes de la indiscreción de micro. La últa fue en la Cumbre Euromediterránea, cuando manifestó frente a las dificultades para firmar un acuerdo “¡Hay que cerrar, hay que cerrarlo como sea, vamos!”.
Lamentablemente para el mandatario, tampoco era la prera vez que sus conversaciones eran escuchadas sin que lo supiera. En plena campaña ya le ocurrió cuando su entonces asesor, Jordi Sevilla, le dijo que su intervención en rueda de prensa había sido buena, aunque había dicho lo contrario de lo que tenía que decir. A micrófono abierto, Sevilla lo consoló, diciéndole que no se preocupase, que lo suyo se aprendía en dos tardes.
El mismo Sevilla le comentaba al secretario general de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, la posible candidatura del ministro José Montilla a las elecciones en Cataluña: “José Montilla no puede ser el candidato socialista a la presidencia de la Generalitat las próxas elecciones catalanas que es cojonudo para mil cosas, pero es muy pronto para un ‘chago’ (inmigrante de una región española de habla no catalana)”.
En la memoria de todos han quedado frases como el espontáneo y castizo “¡Manda huevos!” del ex ministro de Defensa Federico Trillo o el “Vaya coñazo que he soltado”, del ex mandatario José María Aznar cuando terminaba de hablar en la Eurocámara o la pillada de Mariano Rajoy cuando se refería a un periodista en estos términos: “Este tío es gilipollas”. Perlas de este calibre seguro que seguirán apareciendo en el futuro.
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