Quieren los nacionalistas izar su bandera sobre los restos del caos en El Prat. El otunismo es agotador que plica una vigilancia permanente, incluso en agosto, de todo aquello que te puedes llevar al buche si aprovechas la semana de otunidades, que en el caso de nuestro gobierno nacional abarca toda la temada que da la sensación de que estas cosas siempre le pillan en la siesta o en la Mareta. El nacionalismo no deja de trabajar en agosto. Vean si no la últa comparecencia del inefable Barrena, esa en la que ha dicho que no van a cambiar de nombre su partido que sería “un fraude de ley”. La ventaja competitiva de este tipo de macarras suele consistir en que son capaces de asumir papeles bien contrarios. Un día son hermanitas de la caridad, y al otro asesinos. Recuerden cómo Idígoras, más conocido en los ambientes taurinos como Chiquito de Amorebieta, era capaz de bramar contra el estado, de anar a los pistoleros que asesinaban a los concejales del Partido Popular o del Partido Socialista en el crecía Pachi López, para luego beneficiarse de las pensiones de incapacidad que le otorgaba, estoy seguro que con todo el derecho, la Seguridad Social española.
Ahora, después del caos aéreo, la Esquerra quiere la gestión del aeropuerto de El Prat. La prera medida sería levantar en sus pistas la bandera, su única bandera. No se trata de un asunto de eficacia, pues esa virtud no conoce nacionalidades, y suele ser más bien un asunto de educación de la buena y de cultura empresarial. Los antecedentes del Carmelo no son una buena tarjeta de presentación. Menos mal que María Teresa, desde las Américas, ha estado rápida y fina. Si hubieran cedido en esto tendríamos una cadena de huelgas, anada los chicos de Carod, para sacudir el nogal y ver cómo caían las nueces podridas del estado en la cesta de los nacionalistas. Lo que es urgente es que el Estado, su aparato, adopte medidas contra la salvajada sindical de El Prat. Cuantas más explicaciones dan, peor. Es urgente que los responsables de este caos no sean absueltos la boba comprensión de su seguridad laboral y reciban el castigo legal de su atropello. Sin paliativos. Para después decirle al nacionalismo si ellos, en ese caso, hubieran sido tan claros, expeditivos, y justos.
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