Anoche vi a Natascha contar su infierno. Eso sí que es un infierno. Me provocó estu su autocontrol. Es una de esas experiencias que te reconcilian con lo humano, su capacidad para luchar, para mantener la coherencia, para no rendirse, para saber siempre dónde está lo más preciado de nuestra naturaleza. Natascha me curó que les reconozco que a la hora de la entrevista estaba enfermo, casi muerto de asco la algarada crinal de un chulo de casco viejo tan perverso e inhumano como aquel que secuestró un día a la pequeña que ayer salió mujer a contar su verdad, y no la que le habían escrito los psiquiatras cuando salió del cautiverio.
Alguien dirá que el suyo, el del acusado, es un comtamiento individual. Nos querrán convencer de que Eta es otra cosa, y que estos botarates la agen de los chicos de la pistola, hombres de paz donde los haya, no se corresponde con la realidad. Este macarra botarate que le dio siete tiros a un juez (se los dio aunque no le tocara, ¿no lo vieron?) es el cobrador de Eta. Este es el que ha salido de prisión para entrar en la jaula y decirnos que esto no se arregla si no se paga un precio político, y si no se entrega el cheque del secuestro van a lpiar el forro, prero a los jueces, y luego a todos los demás. El cobrador está paciente, y como el tendero se resiste a pagar, le va a enseñar la “pipa”. El cobrador está crecido que sabe que el poder del estado, el que garantizaba la seguridad del tendero, se está desangrando en una esquina.
Me consta que Rubianes está preparando una obra de teatro sobre este asunto, y eso, que no tiene tiempo, ha decidido dejar lo del Español para un momento más propicio.
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