Asistos a una cierta “euforia” de la Comunicación interna. Después de años donde la Comunicación con los empleados y “jefes” estaba en manos de los responsables de personal y las empresas seguían la política de “cuanto menos sepan mejor”, ahora llega la fiebre de la transparencia y muchas compañías se han lanzado a la comunicación “sin límites”, sin pensárselo dos veces y con más voluntad que eficacia en muchos casos.
En una viñeta cómica que leí recientemente el jefe le decía al subordinado con cara de resignación: “Cuando acabes de leer la revista mensual, el informativo interno, el informe anual, y el boletín del departamento… ¿podrías empezar a trabajar?” El humor, como tantas veces, da en el clavo y, desde luego, es un chiste suficientemente gráfico para servir de base de una reflexión más seria.
La Comunicación interna tiene sin duda un valor y una utilidad clara. Si queremos que los trabajadores de una empresa se comprometan con el proyecto de futuro, aten lo mejor de sí mismos y estén motivados, una de las claves (no la única, supuesto) es que estén bien informados. Dicho esto, en lo que muchos estamos de acuerdo, los problemas residen en el contenido, el tono y la cantidad de la información.
Hablemos prero de la cantidad. En Comunicación la saturación produce rechazo. Es cierto que los empleados están muy interesados en lo que pasa en su empresa y están dispuestos a escuchar muchas cosas, pero también es cierto que el exceso de información, sobre todo si es una información superflua y propagandista, genera un efecto de rechazo. En Estudio de Comunicación estamos cansados de ver análisis de empleados que califican sus boletines internos como: “eso es el Hola de la empresa”, “eso son americanadas que no le interesan a nadie”, “se creen que somos gili…”, citar algunos ejemplos reales y bastante gráficos. Es tante informar, pero hay que ser selectivos, pensar en qué es lo que realmente le interesa al “receptor” y contar sólo lo que es “noticia”. Si entendemos la Comunicación interna como una forma de periodismo, al igual que ocurre en un periódico, tenemos que contar noticias interesantes y bien contadas si no queremos quedarnos sin lectores.
Veamos ahora la manera de contarlo. Como en toda Comunicación, es tante el “qué”, pero igual de tante es el “cómo”. Y es en el “cómo” donde fallan muchos procesos de comunicación interna, que el tono “propagandista” y “triunfalista” que emana de muchas de las publicaciones de empresa hace que sean ciertamente sonrojantes, no decir absolutamente ineficaces. Está bien la foto del jefe, pero no un millón de veces en diez páginas. Está bien el dato positivo, pero no con una ocultación clara y manifiesta de los datos negativos. Al trabajador hay que informarle, convencerle y motivarle, no intentar que comulgue con ruedas de molino, que la gran mayoría tienen más información y más capacidad de juicio de la que cabría esperar. La búsqueda de un tono objetivo, riguroso y atractivo sería la clave. Lo difícil es encontrarlo, pero para eso están los profesionales.
Y últo, tal vez lo más tante, el contenido. ¿Qué debemos contar? Pues todo lo que interesa al “receptor”. Y ¿qué es todo lo que interesa al receptor? Pues hay un camino muy fácil de saberlo: preguntándole. La comunicación se genera cuando hay un emisor y un receptor que intercambian mensajes y no cuando un emisor se empeña en contar lo que quiere sin saber si el otro le escucha. Eso, como mucho, es “predicar en el desierto”, cosa que puede ser satisfactoria para algunos pero poco eficaz en cualquier caso.
En definitiva, la Comunicación Interna, como todo proceso de Comunicación, necesita de una planificación rigurosa, un conociento del receptor y el empleo de medios profesionales para llevarla a cabo. La provisación es, también en este terreno, un mal camino que está llevando a gastar dinero y esfuerzos a muchas compañías con escasos resultados.
Benito Berceruelo
Consejero Delegado
ESTUDIO DE COMUNICACIÓN
