NUESTROS ALIADOS

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Nos movemos en el eje PerpignanEstambul. Hay días en los que ampliamos el vector, y la línea salta el charco para llegar a Caracas y la Habana el oeste, y a Teherán el oriente. Hoy adornamos nuestras fotos con los alminares de la vieja Turquía, la de ese Erdogan que tiene billete  cerrado para salir del país  antes de que llegue  Benedicto XVI.

 

Hemos abrazado  a lo mejor de cada casa  con la esperanza  de  cambiarlo. En eso consiste  el “buenismo”, en la creencia de que  los que tomaron café y pastas en Perpignan modificarán su constitución moral y sus principios  con el solo contacto con el apóstol de la bondad facilona. Hoy nadie da  un duro la llamada  alianza  de civilizaciones, que hasta los asesores de nuestro presidente saben del contenido gaseoso que encierra  esa  botella.

 

Ahora los preros abrazados se rebelan. Nunca han tenido intenciones de cambiar. Nunca mostraron el más míno arrepentiento. Han pedido lo que siempre reclamaron. Le dijos que esto le iba a pasar. Hizo oídos sordos, tapiados la visión de  un nuevo amanecer. Esta vez sí, el sol saldría el oriente de la paz que había llegado el hombre que les daba la razón: se habían equivocado en las pistolas pero tenían razón en patalear contra una España tacaña. Ahora llegaba la hora de la generosidad.

 

El sábado, dos colegas rociaron con gasolina a policías municipales de Bilbao, con la evidente intención de convertirlos en antorchas. Ahora que se han crecido, ahora que tienen la caja llena de pasta del chantaje terrorista, con el arsenal lleno de pistolas, y una flota de coches que ni el Parque móvil, ahora el vigilante del patio les dice que “con violencia nada”. Lleva dos años diciéndoles que gracias a la violencia lo iban a conseguir todo, ¿y ahora les dice que nada? Me temo que se van a enfadar.

 

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