La balanza se inclina del otro lado. Constatan que la prensa digital es más seguida que la de papel. ¿El diario ha muerto? No. Tendrá que convivir con el sote electrónico, y si no quiere agonizar, itarlo. ¿Cuál es la gran revolución? La tabilidad. Todo se puede llevar en un bolsillo, todo cabe en el reducido espacio de un teléfono móvil, de una PDA. Hace tiempo que las grandes compañías, los que más invierten en publicidad, saben que el mercado ha experentado una convulsión. La publicidad en los medios tradicionales no sirve. Me lo confesaba hace unos días el responsable de comunicación de una entidad fuerte, antigua, cercana: ‘Los viejos sotes ya no nos sirven. Ahora podemos saber quién es nuestro cliente, cuales son sus sueños, sus deseos, sus proyectos más inmediatos. Sabemos lo que puede comprar y lo que no. Podemos conocer sus gustos y sus aficiones’.
Los viejos medios no ofrecen nada de esto. Para cuando has comprado el periódico, buena parte de lo que traen sus páginas se ha quedado viejo, caduco, convertido en cenizas. El mundo acelera su ritmo y multiplica su complejidad de una forma exponencial. Dicen que los cincuenta últos años del siglo XX fueron los más rápidos en avances de toda la historia de la humanidad. El XXI promete pulverizar esos record. Quien no lo ha visto llega tarde, muy tarde. Incluso quien se anticipó ha quedado superado los acontecientos. Hasta Ruanda lo ha comprendido, y cientos de kilómetros de fibra óptica se han instalado en el subsuelo de sus calles, mientras los ordenadores llegan a puñados a los colegios y sueñan con crear en Kigali un centro de alta tecnología. Si lo consiguen abran dicho adiós, siempre, al machete.
ARTÍCULOS ANTERIORES: