REGRESO, EN EL MAMBOTAXI, DE ALCORCÓN

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Entre los fantasmas que ha puesto en circulación el incendio social de Alcorcón hay uno más concreto y evidente que los demás. Es quizá más peligroso, que plica que las soluciones no es que sean litadas, es que esto irá a más. Ese fantasma es el de la profunda ignorancia de la realidad de nuestra clase política.

Veo de madrugada a la delegada del gobierno. Se asoma a una tele y levanta las manos, no para bailar sino para decir con gesto serio y grave que tienen todas las antenas puestas en el asunto. Hasta ahora, o bien no tenían antenas o las tenían colocadas en otros satélites.

¿Dónde está la policía de proxidad que iba a prevenir estas situaciones? ¿Dónde está la tan cacareada integración? Si usted se da una vuelta Alcorcón o Aluche verá muchos españoles que están hasta las tabas de que la integración sea un deber del que recibe. El que ha nacido, vive y trabaja aquí está ya hasta el pelo de que la administración no haga nada y descontrole este fenómeno.

Los que pagan los ‘papeles para todos’ son los clientes del dispensario de la Seguridad social, los maestros en las escuelas, los alumnos de las aulas públicas, los usuarios de los parques públicos, los que se presentan a los concursos para viviendas de protección oficial. A la administración todo esto se la suda. ¿Qué no? Claro que sí: no hemos visto ni una solución y llevamos mucho tiempo hablando entre nosotros de estos asuntos.

La administración está a otra cosa. Y en la calle saben que están distraídos, y en los barrios donde se vive esta realidad son conscientes de que se les ha dejado la solución en sus manos. Por arriba están entretenidos con De Juana, un crinal con 25 asesinatos que como no tiene clientes quiere acabar con su vida. De Juana se lo ha tomado como el camino que le abrirá la cárcel, y al gobierno le tiemblan las piernas.

La cosa tiene fácil solución: ¡que coma, coño, que coma!

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