Es la segunda vez. La historia se repite. La prera vez como tragedia, la segunda como parodia.
La frase es reciente, de esta semana, apenas cosechada, todavía rezuma esa leche que cae de los higos cortados: ‘el terrorismo está en su fase final, no podemos decir cuánto tardará, quizá años, no se sabe’.
Es una frase precisa, concreta, como aquellas profecías de los Testigos de Jehová sobre el final del mundo. Puro milenarismo indecente, para consumo de oficinistas temerosos de la revolución obrera.
El últo detenido de la banda viajaba a Valencia, a recoger datos para poner bombas en la Copa América. Avanzaba en el tren con la esperanza de hundir a la flota, como si fuese Trafalgar, o vete a saber cuál de las batallas aginadas en su pequeña cabeza delirante de demente.
Otro silar había pronosticado, tan sólo unos días antes, la rendición de El Álamo. Y se quedó tan ancho.
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