Ruge López Garrido, ese diputado aleonado que afila declaraciones en la piedra como aquellas navajas que soltaban chispas en la rueda del gallego afilador. López se pone garrido los domingos y fiestas de guardar. Es hombre que sacan los fines de semana, y cuando usted o yo, o los dos, tomamos el sol en cualquier plaza del agosto nacional. Ahora López está mosca lo del hno.
Yo también me sorprendí. Esperaba quizá una sintonía de esas que eligen los psicólogos conductistas para que las manifestaciones se disuelvan en orden. En las de la izquierda suelen poner a Mercedes Sosa o a Paco Ibáñez. Antes era así, al menos. Uno se iba a casa con el últo rescoldo del ardor guerrero. Así que me sobresaltó el hno entre el mar de banderas nacionales rescatadas del polvo de algunos caminos.
De todo lo que ocurrió y se vió el pasado sábado la tarde en Madrid, lo que más ha molestado a los socialistas es ese hno nacional. Acusan al PP de apropiarse de los símbolos. Banderas y canciones están ahí para todos, para quien quiera rescatarlas de los museos. Confieso que he escuchado con sorpresa el hno nacional en las fiestas de Valencia. Eso en mi tierra sería pensable, catalogado de provocación los chicos de la gasolina y otras especies de botarates que abundan y se hacen notar su ruido en aquellos parajes.
Me felicito la apropiación, que no sé si es indebida. Espero que el PSOE, en su próxa marcha callejera, haga lo mismo, y se pone el hno montera, y la bandera, la nacional, la de Navarra, la del País Vasco, y cualquiera otra que ondee en la constitución. Si aquí lo que hace falta es gente que se quiera apropiar de lo que une, López, que no te enteras.
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