UN PAÍS SIN ÁRBITROS

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Se nos van. No es extraño que Carrillo, el pistolero de Paracuellos, se pregunte a diario si estamos en el 2007 o en el 36. ¿En qué estará pensando? ¿Habrá vuelto la cheka de Bellas Artes? ¿Rondará los bares de Bravo Murillo en busca de carajillos de plomo y pólvora?

El caso es que nos hemos quedado sin árbitros.

Los jueces se pasan la querellademanda de Pepiño de uno a otro, como si fueran Pilatos que no se atreven a buscar al ‘ecce omo’ que pedía matarile para el bueno del secretario general. Ya no recuerda Pepiño cuando paseaba los despachos de las instituciones en febrero de 2004 y enseñaba la faca albaceteña para pedir contribuciones para su causa. ¡Ah, memoria!

Ya nadie cree al Supremo. Después de la Audiencia, la decisión sobre De Juana es acatada pero no compartida. ¿Saben qué? Porque antes de que el tribunal decidiera lo que ha decidido ya sabíamos lo que iba a decir.

Se terminan los árbitros y hasta el Constitucional está amenazado el tufo del tongo. Si Pérez dite de su puesto de magistrado, cosa harto difícil las prebendas a que da derecho un puesto en la alta magistratura, si nombran a otro, será inevitable que pensemos en los manejos para recomponer la balanza a favor de las posturas del gobierno.

Ya echamos de menos a los hombres de negro, con silbato, que piten las faltas pero que no nos quiten el vino, ni las hamburguesas, ni el tabaco, que hace un infierno que te pelas, y ana a los fumadores a darle al humo más hondo, más hondo, a ver si entran en calor.

Las últas querellas han contaminado a los jueces, y su magistratura es ya un guirigay en el que las togas se arrojan las siglas de partidos a la cabeza, mientras se pierde el fondo, y en medio de la niebla, el nítido perfil d lo que en otro tiempo se llamó ‘a letra de la ley’. Se nos va el país la pendiente mientras en la ribera cantan al amanecer esos ‘gallos iracundos’ que tanto temía Miguel Hernández.

Un asesino volverá a la calle y aunque acatemos y nos expliquen que esto forma parte del estado de derecho, un buena parte de los ciudadanos, sobe todo de Madrid, donde dejó un rosario de crímenes y trazos indelebles de sangre, una buena parte de madrileños ha sentido una honda frustración. Muchos piensan que la mayor parte de las partidas y combates están amañados. No hay justicia que no tenga sentido común, y ésta no la tiene.

Quizá tiene razón Carrillo, que es de los pocos que se acuerdan de aquella fecha infausta. Entonces don Santiago hizo una enorme contribución al cla que desembocó en la violencia cainita, y en esta ocasión me temo que ha puesto su carretilla de arena con declaraciones como aquella que decía que la derecha de hoy es la misma que la de Pro de Rivera. Al final, las palabras crean la realidad que invocan.

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