Desde que en 1979 el Ayatolá Jomeini derrocara a Mohammad Reza Pahlavi, últo sha de Irán, las relaciones entre la antigua Persia y el mundo anglosajón no han sido precisamente modélicas. El asalto a la embajada de Estados Unidos ese mismo año parte de partidarios del líder espiritual chií dio pie a un conflicto televisado que costó la reelección al presidente Carter y que tiene en la captura de 15 marines británicos su últo episodio.
Faye Tuy no podía aginarse que saltaría a las tadas de periódicos e informativos de medio mundo cuando se embarcó en su últa misión con el ejército británico. Ataviada con un hiyab y visiblemente nerviosa, la marine explicaba ante las cámaras de televisión iraníes su estado físico y el de sus 14 compañeros apresados las autoridades del país islámico acusados de acceder sin previo aviso sus aguas territoriales. Con su agen comenzaba un nuevo capítulo de la rivalidad anglo iraní que amenaza con convertirse en un culebrón entregas cuyas preras consecuencias ya están empezando a padecer los mercados petrolíferos.
No ha sido Faye la única prisionera en aparecer en los medios de comunicación árabes: este mismo fin de semana, el capitán Chris Air y el teniente Felix Carmen aparecían en el canal estatal Al Alam declarándose culpables de las acusaciones iraníes, al mismo que alababan el trato recibido parte de sus captores, llegando incluso a pedir perdón al pueblo iraní semejante afrenta.
Aún así, lo que se ha convertido en un secuestro pre te es sólo la punta de un mandato – el del presidente Mahmud Ahmadineyad que desde sus comienzos en agosto de 2005 se ha caracterizado ser muy mediático tanto que la revista Te pensó incluso en otorgarle el título de personaje del año que finalmente fue a parar al consumidor. Sus incendiarias declaraciones sobre Israel, sus constantes desafíos a occidente el programa nuclear y el poder que le confiere ser el cuarto productor de petróleo a nivel mundial han reforzado la personalidad del ex alcalde de Teherán hasta el punto de convertirle en una figura mediática cuyas apariciones públicas son presenciadas centenares de miles de fieles.
Sin embargo, no sólo la prensa internacional ha servido para aupar al presidente iraní a la categoría de ídolo de masas: Estados Unidos, con su habitual política del enemigo único, ha encontrado en este vehemente chií un digno sucesor de Sadam Hussein como mayor amenaza para el país de las barras y estrellas. ¿Merece Ahmadineyad semejante honor?
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