Ahora el patriotismo es un estado del alma. Dicen los sindicatos que el gobierno tiene que hacer algo para capear el temal que se anuncia en los sueldos, en los precios y en las hipotecas. Dice el Financial Tes que nuestra economía es la peor preparada para evitar los chaparrones que ya sacuden a la bolsa y afectarán a los beneficios de las empresas. Bruselas subraya nuestro diferencial de inflación con Europa. Y la culpa de todo esto, a decir de Zapatero, la tiene el PP que va a terminar crear la misma realidad que citan sus palabras cuando habla de la economía.
El patriotismo es ser optista, como en aquellos carteles del fascio, o del Frente Popular, que empapelaban la mugre de las paredes con aquellos obreros musculosos, abrazados a haces de espigas, bien alentados, con el mentón forjado en el hierro de la moral, como si fueran criaturas de Nieztsche. Llega mi asistenta a media tarde. Viene que echa las muelas. El año pasado le subieron la hipoteca cien euros al mes. Este año ha empezado con una nueva subida de otro ciento de euros. Me dice que está pensando en vender la casa que no la puede pagar, en irse de alquiler. Le digo que no tiene un día patriótico, y estoy a punto de llamar a Zapatero para que la ponga en su próxa lista de quejas, cuando caigo en la cuenta de que la señora es ucraniana. Su única patria es su cuenta corriente, aquí o en Kiev, que se fue de allí que a aquello no es que se le pudiera llamar patria.
El pesismo es contrarrevolucionario, decían en Cuba. La mugre invade la isla, el socialismo está más cerca. Y si no ha llegado, la culpa es del PP. O de la Iglesia, que según dijo ayer el presidente, le ha amargado la Navidad y la Epifanía. ¡Qué pío! Se me olvidaba: cínico, viene del griego kinos (perro). Y patria, de padre.
