Solbes, que no tiene pinta de haber pisado en su vida un bar aceitoso, con su algarabía matinal y su mugre nocturna, su pantalla de plasma para ver al ‘madrí', con sus tapas de sobrasada y sus aceitunas bruñidas como las moras del magreb, les ha pedido a sus ministros que vayan los bares, a ver si es verdad que hay familias con dificultad. ¿Qué deben hacer si las encuentran, llevarlas a casa y prestarles parte del fondo de armario de Teresa Fernández de la Vega?
Desde hoy, es posible tanto que los ministros visiten los bares como si fueran la epifanía del ejecutivo a la hora de las cañas. Y a pagar rondas. NO hay nada para ganar el voto como dejar unas pintas pagadas, o unas copas de anís en la reserva, para el 9 de marzo. Barra libre. De paso pueden hacer proselitismo, y aleccionar a la tropa de la barra para que no dejen propinas de euro, no vaya a ser que calienten la economía más de la cuenta.
Solbes es un ingeniero de la cerveza que cuando se quita los manguitos de funcionario resulta esperpéntico. Cuando quiere ser ingenioso le sale un punto estúpido que está dando grandes momentos. Es mejor que no intente dejar de ser aburrido que puede levantar oleadas de indignación. Las familias con dificultades no están en los bares, ni en los pubs a media tarde, ni se toman los gintonic en las barras de Ferraz. Pasan el día hincando el lomo, y de vuelta a casa, en el metro, cogen un gratuito para echar un vistazo a las noticias. Y en prera dicen que los ministros hoy se darán una vuelta los bares, como si los clientes fueran soldados en el Líbano.
