BILL GATES Y EL REGISTRO CIVIL

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Un chico de Teruel se acerca a Bill Gates, como si el gran gurú de la era digital hubiera pronunciado el deseo evangélico de que fin, los pequeños se acerquen a él. Hay escuelas en el gélido páramo turolense que manejan la PDA o la tableta electrónica con celeridad y eficacia. Regiones hasta hace unas horas atrasadas en el progreso, han puesto sus relojes en hora, en la hora de California, de Silicon Valley. Otros están en lo predigital.

Si a uno se le ocurre inscribir  a uno de esos chicos en el Registro Civil de Madrid, o pasar sus covachas para pedir una partida de naciento, o un certificado de matronio, le enseñará la lección prescindible de cómo los tiempos corren, y algunos se quedan en el pasado. ¿Quieren mostrar a los suyos cómo se hacían los trámites y cómo era la burocracia antes de la era digital? Pues vaya, vaya. SE encontrará con largas colas, multitudes que rellenan papeles con bolígrafo, apoyados en la pared o en la espalda del funcionario, empleados indolentes que no dan información y complican los pasos, ventanillas cerradas para que el burócrata se tome un café. Impresentable. Uno siente vergüenza de que nuestra clase dirigente se pegue idioteces mientras mantienen esta burocracia ineficaz, inútil, desesperante.

Que le den el Registro a los chicos de Teruel. Le darán la vuelta en unas horas, y habrán hecho una gran contribución a la felicidad de los madrileños.  Esto lo debería hacer Bermejo después de la ilegalización de ANV. Es decir, lleva ocho meses de retraso, lo menos.

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