MORIR MATÁNDOSE

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Muere el tomate. Muere matándose. Culpó a Aznar de los males del mundo. Cargó contra él cuanto ya no tenía poder. Dijeron que estaba a punto de dejar a Botella, otra, más joven, más cosmopolita. Y ahora que ya es un hombre que da conferencias y firma libros, le acusan de haber terminado con ellos.

Han hecho buena tele, pero no saben morir. Su factura era hipnótica: veías un segundo y te quedabas delante de la pecera a ver desfilar invenciones, rumores, puyas de patio de vecinos. Programa rentable, ágil, rápido, de narrativa poderosa.

Conviene morir con dignidad. Es el últo acto, así que hay que tomárselo muy en serio. Da coherencia a una vida o revela el demasiado apego a lo temal. Hasta mañana, y punto, nada más. ¿Para que añadir algo que no vas a poder demostrar el lunes?

Morir como en vida, con exclusivas que no aguantan una radiografía.

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