DIGNIDAD FRENTE A INDOLENCIA

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Antes de que terminara el sábado, Zapatero se había quedado fuera de juego. Antes de tomar posesión, este gobierno se había quedado viejo. Anquilosado en la indolencia, ‘muerto de éxito' que diría el inefable González, puesto en evidencia la batible serenidad de un padre que perdió a su hija en el marasmo de una administración ciega e ineficiente, y en las manos de un crinal absuelto ‘de facto', que lo que pera en nuestras leyes es ese ‘buenismo' de dejar libre al asesino con tal de que no cometa otro cren en los próxos tres años.

Ahora Zapatero ha prometido ‘llegar hasta el fondo'. Se tiene que aplicar con todas sus fuerzas, las mismas que pedía para depositar el voto. Tendrá que exigir a la administración andaluza que se gaste el dinero suficiente en los juzgados y menos en propaganda y clientelismo; tendrá que ponerle las pilas al indolente Bermejo, dormido estos días en el bosque de macetas de su terraza, sobre los tejados de Madrid; tendrá que cambiar la mentalidad de la judicatura y al del legislador. No se puede pasar de curso con cuatro de la misma forma que no se puede salir de rositas la calle cuando un sujeto ha violado a su propia hija. Decía Delibes en una entrevista de estos días que ‘hemos desterrado el concepto de culpa'. Y el del culpable. Ahora todo son enfermedades, ahora todo se disculpa en los genes, pobrecitos. Pero cuando te toca de cerca, sabes que el psicópata no va a cambiar, y que el mal existe. Y los malvados también. Sólo un necio no sabe distinguir el infierno del cielo en la tierra.

ALFREDO URDACI, PERIODISTA

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