Las postales de la fiesta han durado un par de días. Se han terminado los efectos especiales. Los fastos de la novena legislatura han quedado atrás. Llegan los problemas, con su fanfarria de desequilibrios. Arden los incendios. Y este gobierno, que nació viejo, contempla cómo las transfusiones de sangre nueva se contagian la senectud de los glóbulos de la pasada legislatura. Los nuevos no saben qué hacer; los viejos ya lo han intentado todo.
El problema del agua viene del pasado. Han estallado todos los equilibrios precarios. Ganaron votos en el 2004 con las mentiras y la manipulación de la conciencia colectiva aragonesa. Ahora tienen que ejecutar un trasvase que ya estaba previsto en 2002, y que de haberlo construido entonces nos habría salido gratis gracias a los fondos de cohesión de la Europa Unida. Hoy sabemos que Aragón necesita agua para el riego, y que se la pedirá a Navarra, del nuevo pantano de Itoiz. Hoy somos conscientes de que se han perdido cuatro años, gracias a la miopía de Zapatero y de Carbona. Y que los problemas del agua se agravan, y que no vemos ninguna parte aquella promesa de Zapatero en el debate del Estado de la Nación de 2006: ‘terminaremos para siempre con el problema del agua'.
Ahora se trata de ver si un gobierno que ha negado la realidad, que ha politizado el agua, que ha dejado levantar muros internos, que ha permitido que algunas regiones se incautaran de los ríos, y que azuzado la mezquindad de algunos sectores sociales, es capaz de dar la vuelta, rectificar, y dar la razón a los que antes se la negó.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA
