Se puede seguir la historia de la infamia a través del callejero. Ahí están Argala y Etxebarrieta, pistoleros de la prera hora, con tratamiento de héroes. Y años de silencio cómplice o cobarde han clavado las placas a las esquinas, las han soldado, y forman parte indeleble del paisaje moral (patológico) del País Vasco.
Dignidad y Justicia dijo basta, llevó el caso a la Audiencia Nacional, y el pleno de la sala ha dicho que no tienen razón. Sólo se trata de la razón jurídica, que la del sentido común, la de la verdad moral, pertenece a los demandantes. Y quizá también el derecho a seguir reclamando que los alcaldes que se nieguen una y otra vez a quitar esas placas sean condenados.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA