Visto el desfile y su circunstancia, lo grave hubiera sido que Rajoy dijera que ese era un plan apasionante. De haber confesado su afición a las armas y a los ejércitos, nos habría provocado una decepción. Piensen en todos los que debieron de decir lo mismo antes de ponerse el traje y la corbata en domingo y subirse a la tribuna. Si se quedan en casa el Rey se habría quedado solo. Es conocida la gran afición que tiene la Reina a los uniformes militares. Y es patente la pasión de nuestro presidente levantarse ante banderas extranjeras. No digo nada de la propia, la que siempre ha demostrado una admiración desusada. Así que yo, qué quieren que les diga, sonrío cuando oigo al gallego confesar que se lo iba a pasar bomba viendo los Leopard. Otra cosa es que estos deslices demuestren una inclinación la indolencia como rasgo de carácter de un hombre que aspira a ser presidente del gobierno. Me siento cerca del hombre que reconoce el fastidio de un deber que le resulta latoso, pero lo cumple. Pero me inquieta que a Rajoy el gobierno le haya dejado de nuevo con el paso cambiado en la crisis financiera, que sea incapaz de abrir las grietas, las grandes fisuras políticas de un ejecutivo gastado, superado la realidad cada día, adelantado la derecha y la izquierda, y que sólo es capaz de dictar la política que le sugiere la banca, que otra parte, es una política inteligente y adecuada para este momento.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA