PERONISMO DE WONDERBRA

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Cristina Fernández de Kirchner se levantó de la siesta, se puso las joyas, se armó con su Wonderbra, se lo colocó a modo de armadura y se dispuso a hacer de nuevo la escena de los descamisados. Algún asesor le debió de decir que su pensión estaba en peligro y decretó, con gesto desmayado, la incautación las bravas de las pensiones privadas de los argentinos. Que no le falte de nada a la señora. Después del robo a mano armada salió al balcón de la Casa Rosada, a saludar a los descamisados, a los sudorosos obreros de la patria peronista.

Y la chica tiene silla en el G20, y Zapatero no. ¡Qué cosas tiene la vida! Yo sugiero a nuestro presidente que intente colarse del brazo de la Kirchner, con permiso de su marido, que es como la encarnación del Dioni, pero con más pasta, con mucha más capacidad de robar que nuestro atracador. Así, cuando se presenten en la puerta del G20, quizá Zapa tenga una otunidad. ‘Que vengo con esta que tiene silla'. Ya, dirá el tero de la reunión, ‘pero la señora es dudosa, que acaba de merendarse el sistema de pensiones privadas de su país'. ‘¿Esta, esta dudosa contestará Zapatero esta es toda una profesional'.

El peronismo del Wonderbra se ha colado en la crisis. Los que nunca han creído en el mercado se disponen a rematarlo en sus países, no vaya a ser que se recupere de este mal momento. Y Zapatero, que nunca ha creído en Washington, se arrastra el mundo en busca de una silla. Quizá le den la misma que le puso a Alfredo Sáenz en aquella reunión de Moncloa. La silla del ujier.

ALFREDO URDACI, PERIODISTA

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