Leo con el corazón encogido las noticias sobre el estado de salud de Presentación López Vivar. Es misionera. La han herido en la República Democrática del Congo. Lleva catorce años en aquella tierra. Forma parte de ese batallón de españoles que lleva desde siempre en tierras de misión, donde han ido a darse, con generosidad, dispuestos a compartir la suerte de los que no tienen nada; empeñados en cambiar el destino con la palabra de Dios, convencidos de que en el hombre siempre hay esperanza. Los misioneros. Van siempre donde más se les necesita. No dependen de la televisión para difundir su marca, y sabemos de su vida cuando sufren el asalto de algún grupo violento, o cuando son heridos como Presentación. El Estado y las Instituciones suelen ser con ellos tacaños, cicateros. Si fuésemos justos se tendrían que llevar todos los premios que se dicen solidarios. Como hacen las cosas en nombre de Dios, y tanto del hombre, se les trata con una cierta lejanía, como con incomodidad. Nos sucede lo mismo con Cáritas. Siempre están ahí. Detrás está la Iglesia. Cuando se trata de dar palos al clero se sacude sin piedad. Cuando llegan las vacas flacas sus comedores se llenan de la clase media arruinada. Y entonces el poder calla, y se esconde, como con vergüenza. No somos justos con los que más dan. Preferos las estrellas mediáticas. Síntoma de que los premios son en el fondo para los que los organizan. Es como el reloj aquel del Cortázar. Al final, eres tú el regalado, no el reloj.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA
