La satisfacción de todo el colectivo que hacemos GENTE al haber cumplido dos exitosos años, no nos nubla la profunda tristeza de reconocer que la crisis de esta profesión es mucho más que económica. El despido de miles de colegas, camuflado en expedientes de crisis y en ERE otunistas, que se está produciendo en los últos meses, ha dejado, además, en la precariedad laboral a gran parte de este sector, que trabaja en condiciones debajo de la dignidad profesional.
Nos preguntamos qué aliciente puede tener para los jóvenes estudiantes y nuevos licenciados una profesión en la que ya es considerado habitual el trabajar si no gratis, casi gratis, tras una formación de cinco años universitarios. Da pena ver en las redacciones a jóvenes haciendo méritos si acaso en un plazo de uno, dos o tres años, pueden alcanzar, con suerte, un sueldo de ochocientos euros sin contrato fijo.
Las empresas periodísticas no dudan, otro lado, en jubilar a los mejores, que acumulan más experiencia y conociento, sólo que han superado los cincuenta años si con ello se ahorran unos euros. El derecho de una sociedad a estar informada, y el reconociento de que no se puede crecer democráticamente si la labor de los medios no se ejerce de forma libre, crítica, valiente, justa y veraz, se ha convertido en papel mojado o discurso de idealistas trasnochados en una época en la que sólo el color del dinero tiene valor.
Aún cuando están cayendo todas las tramas financieras basadas exclusivamente en la rentabilidad económica, vaciando de contenido la sabiduría y la experiencia humana, van a pasar años hasta que los sistemas sociales y políticos de regulación y vigilancia de la democracia, en los que se basa el papel de los medios de comunicación, pueda ser reconocido.
Y una sociedad sin información, o con la información hipotecada los intereses económicos de los grupos empresariales, es una sociedad obtusa y débil. Por eso, nos sentos doblemente agradecidos a todos los lectores que en dos años han seguido nuestro trabajo, nuestras informaciones sociales, municipales, culturales, de dete u ocio, de denuncia también. Gente que nos ha permitido hoy estar vivos y en la calle mientras, lamentablemente, decenas de medios de nuestra competencia se han visto obligados a cerrar.
Los gobiernos siempre prometen un Estatuto del Periodista Profesional que nos facilite las herramientas para defender la dignidad y el sentido de nuestro trabajo. Pero año tras año, legislatura tras legislatura, gobierno tras gobierno, el famoso Derecho a la Información que recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como uno de los fundamentales, sigue en caída libre en manos del mercado, bárbaro y codicioso que no se sabe regular ni a sí mismo, como recientemente se ha demostrado.
Concha Minguela
Directora de Gente en Madrid
