El sábado vi a María Antonia Iglesias en La Noria. Vi su entrevista y también su intervención como tertuliana. Y me pasó algo extraño. Prero creí que la cena me había sentado mal. Hice memoria y pensé en el revuelto de tricolomas, ajito y cebolleta. ¿Serían alucinógenas esas setas?
María Antonia hablando de su libro, de cuyo nombre no me acuerdo, sólo que tenía muchas páginas (así lo recalcaron todos los presentes) y que abordaba el problema vasco. Descubrí a una periodista valiente, bien documentada, que defendió con argumentos su postura y hasta pidió perdón en varias ocasiones, sobre todo a MAR.
Una persona razonable e incluso agradable y spática, a veces. Sí, tenían que ser las setas… que al instante volví a la realidad. María Antonia estaba ahora en calidad de tertuliana de una mesa de debate cuya temática ni recuerdo, ni voy a hacer el esfuerzo de recordar. Todo lo demás fue secundario, en mi mente sólo queda la agen de otra María Antonia, la post efecto alucinógeno. Volvió a convertirse en lo que suele ser casi siempre, una persona con demasiado nivel de agresividad como para resultar cómoda de ver desde el sofá de casa. Chilla demasiado y su vehemencia le quita razón.
Espero que si alguna vez coincido con ella, sea como la de mi momento de alucinación. Así, estaría encantada de conocerla.