Si usted fuera vícta del atentado terrorista del 11 de Marzo de 2004, en el que una célula islamista de Al Qaeda hizo estallar diez trenes madrileños matando a 191 personas y dejando malheridas a otras 1.858 personas, tendría motivos más que suficientes para sentirse extraordinariamente decepcionado y triste. Aquel día, la población madrileña reaccionó de forma espontánea y casi heroica; los taxistas, los servicios de emergencias, las largas colas de donantes de sangre inundando Madrid, el IFEMA rebosante de voluntarios, psicólogos, asistentes sociales, splemente gente buena sosteniendo un café en las manos de familiares abatidos y desesperados sin noticias de los suyos. Los reconocientos forenses fueron durísos. La población madrileña estuvo unida y solidaria frente al dolor de la tragedia colectiva. No se puede decir lo mismo de la clase política puesto que, paralelamente a este escenario real de la tragedia, tres días más tarde, el país acudía a unas elecciones generales (14 marzo 2004). Este periódico, y gran parte de la prensa nacional, ha criticado hasta la saciedad la forma interesada de administración de la verdad que los tavoces del Gobierno de entonces, encabezado Aznar, quisieron hacer de unos hechos que, tras un ejemplar macrojuicio, celebrado tres años después, metieron en la cárcel a 17 fundamentalistas del Islam y 4 contrabandistas de dinamita españoles. Cinco años más tarde sólo quedan en la cárcel 15 de esos crinales. El pago político fue la pérdida del Gobierno de la nación que Rajoy atribuyó al atentado, pero obviando en todo momento que los españoles no toleraron la manipulación informativa con la que, durante tres días, se trató de ocultar la autoría islamista poniendo en prer plano la de ETA.
Todo esto, no serían sino avatares y enfrentamientos típicos y propios de la Política, si no fuera que, desde entonces, las víctas del 11M quedaron divididas en dos bandos. Las que creyeron al Gobierno Aznar, y las que lo denunciaron y se pusieron del lado socialista. Esta división se reprodujo durante el macrojuicio, generando corrientes de opinión que llegaron incluso a insultar de forma grosera y diaria, a la representante de una de las partes, Pilar Manjón. Los frecuentes homenajes que tanto el grupo socialista como el grupo popular, vienen realizando a los familiares de los atentados terroristas de ETA, son interpretados como un insulto el olvido en el que se sienten las víctas del 11M. Durante unas semanas fueron rentables políticamente, …hoy no sirven a nadie. Cinco años después, cientos de personas se sienten en el más profundo de los desamparos. Y para escenificar esta desunión nada mejor que el homenaje promovido Aguirre en la Puerta del Sol al que el PSOE no ha acudido en protesta el "cerrojazo" que el PP madrileño ha dado a la Comisión de Investigación del presunto "espionaje madrileño".
Todas las víctas del 11M, de las dos asociaciones, han lamentado profundamente que en el caso del PSOE madrileño se hayan antepuesto los intereses políticos a una sple cuestión de respeto a la memoria de los afectados en el peor atentado terrorista de la historia de Madrid. En este sentido, Inés Sabanés, que se siente exactamente igual de discrepante con las formas en las que incurrido la Comisión de Investigación sobre el presunto espionaje, en la Asamblea de Madrid, ha sabido separar y situarse en la Puerta del Sol, junto a la Presidenta Aguirre, el Alcalde de Madrid, el Presidente da la Asociación de Víctas y ella misma guardando el silencio y el respeto que estos actos merecen.
Concha Minguela
Directora de Gente en Madrid