ENTRE ORGULLOS Y VANIDADES

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Siempre me ha gustado ser amigo de mis amigos. Incluso ser amigo de los amigos de mis amigos. En cambio no soto esa moda la que haya que mantener una enemistad procional a la que mantienen mis amigos con sus enemigos.
Recurro al 'Arte de la Prudencia' de Baltasar Gracián para que, entre sus aforismos, alguno de ellos de respuesta al dolor que nos aflige. Al desasosiego que vivos. De ahí, éstas sugerencias para su particular hoja de ruta.

Porque no hay que responder nunca a quien nos contradice. Siempre hay que adaptarse a la ocasión. Porque el fracaso puede estar en unir aprecio y afecto. Porque incluso es conveniente anticiparse a los agravios y convertirlos en favores. De la misma manera que hay que comenzar lo fácil como si fuera difícil y lo difícil como si fuera fácil. Claro que, lo mejor en tiempos convulsos es huir de los asuntos escabrosos y peligrosos. Esa es, sin duda, una de las preras tareas de la prudencia. Porque cada peligro trae otro mayor y hace posible la caída al precipicio. Porque los hombres prudentes ataviados de vanidad, con el orgullo a flor de piel y el amor propio en cuestión, son capaces de montar una revolución en un vaso de agua. Así que el gobernante debe considerar siempre mejor no arriesgarse para vencer que si encuentra en el camino a un necio prudente, un vanidoso o alguien dotado de un orgullo superlativo conseguirá que en vez de un tonto haya dos. Seguro.

Doctor Bartolomé Beltrán

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