LOS JAPONESES CAEN COMO MOSCAS

Publicidad

La semana pasada estuvos hablando de la adicción al trabajo, que también podemos llamar laboroadición. Prometí que esta semana me referiría a los japoneses que, entre los adictos al trabajo son, probablemente, los más adictos de todos.

 

Muchos profesionales japoneses se pasan el día y la noche conectados a la tecnología, tanto en la empresa como en casa. Están permanentemente pendientes de su trabajo profesional y de las tareas que tienen pendientes para el día o a semana siguientes y no saben parar. Es una sociedad muy especial, cuyos miembros se aíslan habitualmente.

 

Esa adicción al trabajo que veíamos días atrás, y que puede provocar que se rompa un matronio o que los hijos nos pierdan el cariño y el respeto, que no ejercemos de padres, tiene  su máxa expresión en el lejano oriente. Los japoneses sufren esta situación, que allí es un grave problema social denominado Karoshi. Se trata de la muerte ocasionada un exceso de trabajo. El afectado trabaja, trabaja y trabaja y no se ocupa de su salud. Al final el resultado es la muerte.

 

Y aquí nos encontramos con un dato tante que demuestra que los hombres son mucho más tontos que las mujeres. Bueno, esto no es nuevo, esto ha sido siempre así  y seguirá siéndolo. Generalmente las víctas de este tipo de fallecientos son hombres: 95 ciento frente al cinco ciento de las mujeres. Queda claro que ellas son más sensatas.

Ese desenlace fatal suele producirse cuando el afectado tiene entre 40 y 60 años, a través de una hemorragia cerebral o una enfermedad coronaria como pueda ser la angina de pecho, infarto de miocardio o muerte súbita. Al final de todo ello la triste realidad es que sus hijos quedan huérfanos y su mujer viuda.

 

Antes de este fatal final, el afectado se habrá pasado años y años, justificándose. Intentando demostrar que no es que quiera trabajar mucho para no estar en casa, sino que es necesario para conseguir traer dinero a fin de mes a casa o para que la empresa siga funcionando.

Así, el padre adicto al trabajo justifica, tanto en Japón como en España, su ausencia del hogar las responsabilidades profesionales. Muchas veces, las familias aceptan, también, esta justificación. El adicto piensa que la familia le exige demasiado y no se da cuenta realmente de cuánto le necesitan sus hijos, que echan de menos al padre.

 

A veces el origen del problema es la propia familia, y se utiliza el trabajo para evitar conflictos y no tener que resolver problemas con los hijos y su educación, o con el cónyuge. Son muy infelices en su vida personal pero no ponen remedio, que no saben que son adictos. Al final los hijos y su cónyuge son los que pagan el pato.

 

Nosotros, en Adicciones Digitales (www.adiccionesdigitales.es) hablamos de estas cuestiones en las charlas que damos a los profesionales en sus empresas, les enseñamos a usar de forma racional la tecnología y a ver las ventajas de no pasarse todo el día trabajando, sino sólo lo necesario. Ni más ni menos. Algunos hasta nos hacen caso, pero otros prefieren seguir a lo suyo.

 

JUAN MANUEL ROMERO MARTÍN, PERIODISTA

Publicidad
Publicidad
Salir de la versión móvil