Lo propio de un liderazgo político democrático es sostener las acciones propias con un amor de fondo, ejercer sobre la ciudadanía una especie de peso cuestionado pero benigno, que permita el ejercicio del poder en una elemental tendencia constructiva. Digamos que el líder generalmente se hace querer, si no todos, al menos muchos. ¿Cómo llega una sociedad a tener un líder y una lideresa que optan la estrategia contraria, que buscan ponerse y hacerse odiar, someternos, avasallarnos con una realidad inventada que se hunde más rápidamente que Venecia y no precisamente en aguas minerales?
Cristina se hace detestar. Tendrá algún partidario sincero, algún confundido, pero no debe tener admiradores, ni seguidores. El de los K es un mundo sin admiradores, es un espacio de súbditos. Y cómplices: o súbditos que dejan de serlo un rato, se elevan y después vuelven a caer en la posición de entrega y renuncia. El mecanismo victizador que usan políticamente es el mismo que debe operar como clave en sus situaciones personales. Es un mundo tenso, sin disfrute, sin amor, y no conviene aginar mucho los detalles de una vida en ese estilo. Se ponen, logran meterse en la cosa, pero no pulsan su viaje con ningún combustible afectuoso ni positivo: destilan agresividad, ofensa, intolerancia. Vienen de un mundo viejo y se van quedando sin sustento, cada vez más lejos del piso, elevándose a una altura de inmolación e iluminaciones dementes.
Llama especialmente la atención, en estos días posteriores a las elecciones, la actitud de la Presidenta, su inalterable convicción garquista, su pasión exasperar a todos, su intento de ponerse malamente, a como dé lugar, justificada … … ¿ qué? ¿Qué ideología o marco de sentido le permite a tal mujer seguir pertérrita cuando la realidad muta, negar el moviento, suplantarlo sus emperradas aginaciones? ¿Qué la lleva a suplantarnos, a los reales, sus aginarios?
Es una presidenta sin amor, sin ganas de ayudar, sin humildad, que no cree que tenga ya nada que aprender, encerrada en su mundo de modas y cremas, de delineadores y maquillajes, más dispuesta al enojo que a cualquier otra cosa, que siente siempre que la quieren joder y termina jodiendo ella. Mujer pretenciosa que quiere ser la más inteligente sin tener con qué, sin emotividad que la guíe en la construcción de una visión del mundo, mujer chata de mundo chato, acorralada su espíritu empobrecido y empobrecedor. Apasionada la negación y la negatividad, desesperada quedar bien ante una exigencia desmedida, tan grande que no le permite autenticidad alguna, ni verdadero creciento.
Señora de nadie, para nadie, señora sola, que no inspira la piedad que podría, a fuerza de desplantes y caritas necias. Repetidora del Néstor, presidenta de todas las falsedades, mujer de hachas tomar. Sorda a todo llamado, muda de sentientos y cercanías, ciega a toda verdad. Universitaria de esterilidades, con universidad atragantada, doctora de una cátedra irrespirable de resentiento y obsesionada una competencia sin competitividad, dueña de una arrogancia sin frutos, de pensamientos sin asideros, de displicentes mohines sin gracia, autoritaria crecida en el mundo del Proceso al que reproduce aunque intente y diga que lo combate, que lo lleva adentro, que lo mamó de joven, que milita en su sensibilidad más que diga oponérsele. ¿Será eso que los K hablan tanto de ese tiempo ido, que ellos viven todavía aginariamente en ese contexto, que los traumatizó al punto de pedirles todo desarrollo de una visión superadora?
Mina jodida que prefiere la hecatombe a dar el brazo a torcer, que prefiere hundirse y hundir a todos antes de tratar de salvar algo. Imposible llevar una pareja con esa actitud arrogante, menos un país. ¿Cómo, no está casada? No, está sola de toda soledad, asociada a otro atragantado que escupe desprecio y no tiene donde ir a rascarse. Gente sin amigos, de intidad sospechosa y amenazante, peligrosos, temidos pero no queridos, incapaces de matices y de inteligencias. Mienten, mienten y mienten. ¿En defensa de una verdad fanática o como ocultamiento de negocios indebidos? Probablemente ambas cosas a la vez.
Sonrisas que no ríen, sonrisas que gastan, que nos gastan a nosotros, que ya no las queremos ver más, que aspiramos a otros tratos, que nos hemos convencido de que merecemos otra consideración, otro respeto, otra realidad. Pelo sobre la cara, cejas y ojos subrayados, vendiendo mujer donde hay desierto, sequedad, páramo. Mujer sin calidez ni comprensión, mujer fanática, mujer todo que termina siendo mujer nada. Mujer yo yo yo yo que tiene que pasar mucho él él él él y aun más muchos vos vos vos vos, Néstor, pero incapaz de un nosotros abarcativo, incapaz de ir más allá de un ambiente de venganzas y cuentas a cobrar.
Mujer de relinchos y de mañas, inestable, furiosa apenas contenida, mal disulada, agazapada y dispuesta al salto. Mujer de frases que enrollan y no saben para donde ir, que en ellas se mezcla la bronca con la mentira, con el miedo, con el vacío, la chicana política con el desinterés absoluto los otros, discursos de soledades, patagónicos, agónicos, cancheros, sobradores, palabras esquivas, altisonantes, sin densidad ni consistencia.
¿Cómo guardarle el respeto que ella no nos tiene, tendríamos nosotros que ejercerlo aun? ¿Hasta cuando? Es duro decirlo, pero suponerle humanidad es un gesto de grandeza que no merecen, una conjetura riesgosa. Además, vale más la pena tener claras estas cosas, que en el intento de los K de llevarse puesto al país, y con él a nosotros, mejor sería que tuviéramos la astucia de pedirlo.
Alejandro Rozitchner. Filósofo.