BAD MANNERS

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Al calor del grosero e presentable incidente protagonizado el responsable de comunicación del Ministerio de Trabajo del señor Corbacho con un periodista de la televisión pública, como consecuencia de una pregunta que se atrevió formular al señor ministro, escuche a Fernando Jauregui en una de las tertulias en las que es asiduo, lanzar una diatriba contra el autor de tal desafuero a la vez que recordaba que, a más a más, el individuo en cuestión no contestaba las llamadas telefónicas que se le hacían y que el proponía que no se mantuviera a tal sujeto en un puesto  que es alentado los dineros de los contribuyentes y, lo tanto, del suyo…y del mío.

 

Me uno a la petición a la vez que aprovecho la ocasión para poner en negro sobre blanco una serie de reflexiones que tratan de llamar la atención sobre un comtamiento  cada vez más habitual en las relaciones entre clientes y proveedores o lo que es los mismo entre periodistas y quienes conforman los aparatos de comunicación de organismos, instituciones, empresas, ministerios, partidos políticos y un largo etcétera.

 

Aunque buena parte de las direcciones de comunicación está conformada buenos profesionales que tienen claro cual es su labor, cada vez más emerge un estereotipo de personaje que múltiples razones incurre de forma permanente en lo que podríamos llamar malas prácticas o bad manners y que guarda un cierto paralelismo con la pérdida de influencia o “poder” de los periodistas.

 

Olvidando la razón básica para la que han sido puestos allí, a algunos dircomes y subdircomes se les hace el culo lonada cuando pisan moqueta, se les cruzan los cables e ignoran los principios básicos de lo que debe ser una relación entre profesionales y así, no es que no contesten las llamadas telefónicas de Jauregui, es que no contestan las llamadas de casi nadie, salvo la de los amiguetes; no facilitan la labor de los periodistas, aunque muchos de ellos tengan mucho que aprender; confunden información con propaganda y, en definitiva,  pasan de todo salvo de mover el rabito y tener contento a su señorito.

 

Hemos pasado del “te vas a enterar” pretérito y justamente en el olvido a una actitud despectiva hacia el trabajo de los periodistas cada vez más mileuristas, que empieza no responder a las llamadas y termina organizar ruedas de prensa en donde no se aceptan preguntas. ¡Hay quien de más!

 

Si a las direcciones de comunicación corativa o institucional o splemente de comunicación, se las exigieran la mitad de la mitad de los requerientos que contempla cualquier código de buen gobierno empresarial, muchos de estos departamentos no pasarían el corte. Sin embargo, ahí están y nadie parece preocuparse de ello hasta que aparece el tonto de turno y monta el escándalo.

 

La comunicación corativa se ha hecho un hueco en el mundo de la empresa y ha costado mucho llegar hasta alcanzar el nivel al que se ha llegado y no es cuestión de que se dilapide el buen trabajo hecho a lo largo de los últos treinta años culpa de unos malos profesionales que han confundido la razón de su existencia y que no es otra que la de servir de puente entre las dos orillas.

 

A lo mejor, alguien debería ponerse manos a la obra para propiciar un punto de encuentro y de debate, en un intento de unir posiciones que aunque defienden posturas distintas no deben ser nunca divergentes en tanto en cuanto la existencia del uno se debe a la existencia del otro. A lo mejor a la junta directiva de Dircom se le ocurre algo.

 

Carlos Díaz Güell

Vicepresidente ejecutivo de la consultora de comunicación Serfusión

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