‘El lobby es legíto, pues defiende los propios intereses’. Esta fue una de las principales conclusiones extraídas del últo seminario organizado Dircom acerca de la materia. Sin embargo, esa ‘legitidad’ muchas veces se ve empañada unas connotaciones negativas intrínsecas a la propia etología del vocablo. Ahora bien, que levante la mano quien nunca lo haya practicado…
Ya sea en la alta política, en defensa de empresas o de gobiernos, el Lobby se ha convertido en una pieza fundamental del engranaje informativo. Presidentes de Gobierno como Rafael Correa (Patton Boggs), golpistas como Michelleti (Chlopak, Leornad, Schechter & Associates), o splemente empresas de cualquier ámbito empresarial se han servido históricamente de esta práctica para defender sus intereses ante la opinión pública y las distintas administraciones.
Sin embargo, la palabra ‘lobby’ ha tenido que cargar con un zurrón de connotaciones negativas que han hecho de una práctica legíta una actividad mal vista, intrincada con las clases poderosas, que no dudan en llegar hasta donde tengan que llegar para conseguir sus objetivos.
Precisamente, para combatir estas percepciones negativas, desde Washington y Bruselas (centros neurálgicos del lobbyismo) han tratado de marcar unas reglas del juego que deben acatar todos los players. Concretamente, en el caso de la Unión Europea, desde 2.008 se está trabajando en la creación de un registro de empresas de lobby autorizadas, la mayoría de las cuales están asociadas a EPACA (European Public Affairs Consultancies’ Association).
Para Josep Catllá, CEO de Weber Shandwick Iberia y ex responsable de la oficina de Bruselas de la firma, existen cinco elementos que hay que conocer antes de hacer lobby: la motivación cuál es el interés real que detrás de los políticos que aprueban las leyes, los mecanismos legislativos que tenemos lo que se puede y no se puede regular, las competencias que tienen las instituciones y las personas, el proceso en qué momento se puede influir, y la confianza en las personas.
En cuanto a las tendencias, Catllá considera que pera la aceptación del proceso y la dependencia mutua, el aumento de los stakeholders profesionalización, lobbying competitivo, plicación de los CEO…, los procesos de toma de decisiones son más complejos dispersión del poder, coaliciones y diálogo con las ONG, y un lobby empresarial directo.
Ahora bien, ¿conseguirá el Lobby salir de los pasillos para calar en la opinión pública?
Seguiremos Informando…