“Los cambios llevan tiempo, y los grandes cambios, más tiempo aún”. Con estas palabras, el Presidente Obama intentó explicar ante las multitudes de New Orleans el qué su promesa electoral de cambio aún no se ha materializado. Sin lugar a dudas, sus palabras parecen de perogrullo, pero encierran una gran verdad. Sin embargo, no consuelan a las miles de familias de Nueva Orleans que, tras el Huracán Katrina que asoló la ciudad en agosto de 2005, aún siguen sin hogar.
Ciertamente, no se puede culpar a Obama: lleva sólo nueve meses en el cargo. Si a alguien se puede pedir responsabilidades, es a George Bush, en lo que a la ineficaz respuesta al Katrina se refiere. Y, muchos de sus asesores de entonces, lo han puesto de manifiesto, a lo largo de estos años: Estados Unidos tenía sus recursos “comprometidos” a miles de kilómetros (Irak, Afghanistan), no hubo coordinación correcta entre autoridades (Alcalde, Gobernador, Estado, Gobierno de la Nación) y, sobre todo, hubo de medio un prejuicio ideológico según el cual, el Estado no debía intervenir en cuestiones de este estilo: algo parecido al “sálvese quien pueda,” de un capitalismo mal entendido.
Bush, que había ganado las elecciones de 2004 gracias a su “Compassionate Conservatism”, reaccionó tarde, cuando ya todo el mundo había visto en televisión a los diez mil habitantes de New Orleans hacinados en “el Dome”, desprovistos de servicios básicos (comida, camas, ropa, etc). Y a otros muchos miles de ciudadanos, encaramados en sus tejados, esperando que algún helicóptero esádico les rescatara de las aguas.
Insisto, no se puede culpar a Obama (que acaba de llegar al cargo) de que, casi cinco años más tarde, los problemas no estén resueltos en Nueva Orleans. Y él lo reconoce. Pero precisamente esto, la concesión del Premio Nóbel de la Paz es, cuando menos, prematura: Obama aún tiene que demostrar lo que es capaz de hacer, y hacerlo bien. Ahora hemos sabido que, más de la mitad de los miembros del Jurado del Nobel también pensaron que era demasiado pronto para concederle el galardón.
Obama pide tiempo y paciencia a los norteamericanos: los grandes cambios llevan tiempo. El problema es que la crisis económica está haciendo mella en la habitualmente optista sociedad americana: la que siempre había creído en el “American Dream” y en el “everything is possible”, “the sky is the lit” y slogans tan bonitos como desgastados el uso.
Veamos lo que ha conseguido el Presidente hasta ahora: en el frente exterior, Obama aún tiene que reformular una nueva política para Afghanistan: ¿incrementa hasta 40.000 el número de tropas, como le piden sus militares sobre el terreno? ¿pone más foco en Pakistán como le pide su experentado Vicepresidente, Joe Biden, donde los talibanes amenazan hacerse con las armas nucleares de dicho estado? ¿empiezan las tropas de la coalición a retirarse DE VERDAD de Irak y dejan el país en manos de los nacionales, para que éstos se destrocen unos a otros en una guerra civil? A nueve meses de su toma de posesión, como es lógico y a pesar de las promesas electorales, Obama tiene datos nuevos y aún no tiene claro el rumbo a seguir.
En el frente interior, su anunciada reforma de la Sanidad va dando pasos de caracol. Se enfrenta a una buena parte del propio Partido Demócrata y a una buena parte de la opinión pública, incluido su electorado, que no tienen claro ni los objetivos ni los medios de la reforma. Todas las encuestas, de todas las fuentes e institutos dicen lo mismo: la buena agen de Obama se ha resentido, consecuencia de querer poner en marcha la dicha y redicha reforma de la sanidad americana. Y muchos tienen memoria de lo que pasó en las “midterm elections” de 1994, cuando los demócratas perdieron escaños en el Congreso perdieron la pracía vez prera en décadas debido a los traspiés de Bill Clinton en el manejo de la misma cuestión, un año antes. Muchos congresistas demócratas no quieren pagar en las urnas los empeños (para ellos, equivalente a errores) del Presidente, y perder su escaño.
Las encuestas de Gallup recientemente publicadas, muestran que, a mediados de octubre, Hillary Clinton, Secretaria de Estado, tenía mejor agen y más popularidad que su Jefe, el Presidente Obama, dentro de Estados Unidos. Al mismo tiempo, la concesión del Premio Nóbel de la Paz enorgullece a norteamericanos y eleva el estatus y consideración de los Estados Unidos a nivel mundial: la últa encuesta internacional de Ipsos Public Affairs dice que un 76% de los norteamericanos tienen ahora, con Obama, una agen positiva de su país y, a nivel “planetario”, un 42% de ciudadanos del mundo otorgan a Estados Unidos una buena reputación. En nuestro país, un 43% de españoles tiene una buena agen de América, frente al 33% que pensaba lo mismo a finales del mandato de Bush.
¿La economía? El desempleo sigue subiendo. La recesión continúa. Obama sacó adelante hace meses su gran paquete de estímulo fiscal de casi 800 billones de dólares americanos. Pero los efectos positivos de estos grandes planes tardan en hacerse notar en la calle. Como dijo Obama el 15 de octubre en Nueva Orleans: “queremos una nueva economía que no sólo haga crecer los índices bursátiles sino que haga que las empresas vuelvan a generar empleo”. El objetivo es loable, pero tardará en materializarse. El déficit público, consecuentemente, se ha disparado y, muy posiblemente, Obama tendrá que subir los puestos, si quiere mantener el nivel de gasto público que actúa como motor revitalizador de la economía. El déficit público americano es hoy el más alto de la historia de Estados Unidos, desde la Segunda Guerra mundial.
La reforma del sistema financiero y la creación de nuevos organismos reguladores tampoco se han concretado. Y no falta de voluntad política, sino falta de tiempo. Mientras, la Bolsa americana ha seguido subiendo y algunos bancos, antes con problemas, ahora empiezan a ganar dinero, de nuevo. Vuelve a surgir la polémica los bonos y altas retribuciones de los ejecutivos bancarios.
La historia de la economía en Occidente, nos dice que los ciclos suelen cambiar cada ocho años. No se transforma la estructura productiva de un país de un día para otro. La experiencia de América en salir de guerras complejas (como Vietnam) muestra que también lleva tiempo desengancharse de conflictos tan complicados. Llevará tiempo arreglar la economía y llevará tiempo arreglar los desaguisados de Irak y Afghanistán.
Obama así lo reconoce. Los únicos que no parecen haberse enterado, son los suecos que le han concedido, antes de tiempo, un galardón aún inmerecido.
Jorge DíazCardiel
Director Corativo y Opinión Pública
Ipsos Public Affairs España