LAS MUJERES DEL PRESIDENTE: HILLARY RODHAM CLINTON (I)

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Empezaré declarar mi profunda y enorme admiración la actual Secretaria de Estado de Norteamérica, Hillay Rodham Clinton. Sigo su trayectoria personal y profesional desde 1992, cuando su marido ganó las elecciones Presidenciales de aquel año. Desde entonces, semana tras semana, a través de Te, The Economist, Newsweek, The Washington Post y The International Herald Tribune, he intentado informarme de su devenir político. Y he estudiado más de veinte libros sobre ella y su marido. Aún así, a pesar de tanto estudio, es difícil hacerse con una visión completa, de 360 grados sobre Hillary Rodham Clinton. Al menos una cosa tengo clara: yo, la admiro; ella, polariza.

 

 

Pocas figuras políticas (celebridades, en este caso) despiertan tanto interés, y tanto amor y odio, como Hillary Rodham Clinton. La serie histórica de encuestas desde 1992 así lo demuestran, en Norteamérica. Los resultados de los sondeos son interesantes: en general, Hillary cae mejor a los hombres que a las mujeres (potenciales votantes, tanto Demócratas como Republicanos). Más aún, Hillary inspira más respeto y más admiración entre los hombres que entre las mujeres.

 

 

Entre los hombres, hay común acuerdo en que sería un buen Presidente, más aún, un excelente Commander in Chief o Jefe de las Fuerzas Armadas. A los varones demócratas, Hillary les genera buena agen (hablo de grandes números, en términos estadísticos, sin descender a detalle). Entre los varones republicanos hay división de opiniones: la derecha religiosa (especialmente en los Estados del Sur y del MidWest y entre las diversas denominaciones protestantes y evangélicas) no puede con ella: su visión sobre los gays o sobre el aborto (ella es contraria al aborto, al tiempo que defiende el derecho de la mujer a decidir) les pone los nervios de punta. A los varones republicanos menos interesados en una visión ideologizada de la política, y más focalizados en la eficacia de los poderes públicos (economía, relaciones internacionales), les pra una visión pragmática y tecnócrata sobre Hillary: sus credenciales le hacen merecedora de los mejores elogios profesionales, entre este colectivo.

 

Donde mayor división de opiniones hay, en torno a Hillary Rodham Clinton es entre las propias mujeres. En general, la mujer que vota al Partido Republicano entiende que no comparte con Hillary más que la condición femenina. Pero dicho estado no les parece suficiente para despertar en ellas una opinión positiva: al contrario, sienten hacia ella rechazo, no compartir valores básicos (o, al menos, eso creen ellas) sobre la familia, la religión, el matronio o el aborto. Las cuestiones políticas pasan a un segundo plano, casi irrelevante. Y las formidables credenciales políticas de Hillary cuentan para poco. Su feminidad no ayudó en absoluto a Hillary durante las elecciones presidenciales de 2008: las mujeres republicanas jamás la hubieran votado. Y las expectativas, si es que las hubo, empeoraron cuando apareció en el horizonte Sarah Palin, como candidata a Vicepresidente junto a John McCain. La frase favorita de Palin: “I am a hockey mom” atrajo el favor de la mujer norteamericana de clase media conservadora, de los Estados del Centro y del Sur. La misma frase, en California y en Nueva York levantó sarpullidos a millones de mujeres demócratas, liberales y de centro.

 

Pero también entre las mujeres demócratas hay diversas formas de entender a Hillary. Unas piensan que Hillary es demasiado ambiciosa, y eso no les gusta. Otras, creen que Hillary, inteligente, “se pasa de” arrogante y prepotente, y eso les causa rechazo. Muchas creen que es liberal en exceso. Otras, que es demasiado conservadora. Verdaderamente, parece difícil, en las encuestas, identificar a la misma Hillary en las respuestas de las mujeres demócratas. Sin embargo, cuando se presentó a candidata el partido Demócrata a las presidenciales de 2008, contó casi con el apoyo unáne de la masa de mujeres potenciales votantes demócratas. Con la excepción de un colectivo concreto, vez prera en treinta años: las mujeres Afro Americanas dejaron de apoyarla y se pasaron al bando de Barack Obama. Aquí, la raza pesó más que el sexo.

 

Un últo apunte sobre la opinión de las mujeres acerca de Hillary: lo que no le perdonan más del 90% de las mujeres americanas (demócratas y republicanas igual) es que no abandonara a su marido tras el affair con Mónica Lewinsky. Pero, de esto, no voy a hablar ahora.

 

A las mujeres demócratas les hubiera gustado, en general, un tándem presidencial con Obama, como Presidente, y Hillary, como Vicepresidente. No fue posible, pero, en cualquier caso, Obama ganó las elecciones y, tras duras negociaciones, Hillary se convirtió en su Secretaria de Estado. Y, realmente, hacen un buen equipo. Tanto Obama como Hillary son auténticas “celebrities”. El prero, ella después. A nivel internacional, Obama tiene una agen más positiva que la que tiene en los Estados Unidos (“nadie es profeta en su tierra”, dice el Evangelio). Por contraste, Hillary, hoy es el político (política), mejor valorado(a) en los Estados Unidos, enca del Presidente. Y, tras once meses en el cargo, se acabaron las polarizaciones, los amores y los odios. Hillary tiene el potencial de convertirse en la mejor Secretaria de Estado de América.

 

Hillary Rodham Clinton tiene todo el bagaje de treinta años en política, además de convivir con uno de los mejores políticos americanos del siglo XX (su marido, Bill). A este respecto, recomiendo vivamente leer las siguientes obras publicadas: “Living History” (Hillary Rodham Clinton, 2003), su autobiografía y “My life” (Bill Clinton, 2004), que atan una visión obviamente muy positiva hacia Hillary y su marido.

 

En el extremo opuesto, mucho más negativos, los siguientes libros: “Rewriting History” (Dick Morris, 2005), “Hillary Clinton. Her way: the biography” (Jeff Gerth y Don Van Natta Jr, 2007) y “American Evita: Hillary Clinton’s path to power” (Christopher Andersen, 2004).

 

Para tener una visión más equilibrada, sugiero las lecturas de “A Woman in charge. The life on Hillary Rodham Clinton” (Carl Bernstein, 2007) y “Bill Clinton. Mastering the Presidency” (Nigel Hamilton, 2007).

 

De todo lo que dicen esos libros acerca de Hillary Rodham Clinton, me quedo con una sola frase, que la define y que encapsula toda una forma de ser, y una filosofía de vida: “I don’t quit. I keep going” (No me rindo. Tiro para adelante). Aquí empezaremos en el siguiente capítulo sobre Hillary Rodham Clinton, y “las mujeres del Presidente”.

 

Jorge DíazCardiel
Director Corativo y Opinión Pública
Ipsos Public Affairs España

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