Penalistas prestigiosos y experentados dicen que el aumento de las penas privativas de libertad no favorece la reinserción de los menores delincuentes. Afirman los expertos en pedagogía infantil y juvenil que a un niño difícil, no le crían sólo sus padres, sino toda la tribu. Delincuencia Juvenil ha existido desde el principio de los tiempos. Hace quince o veinte años, los iconos, tipo el Vaquilla, se dedicaban a robar coches, reventar bancos, trapichear con drogas y poco más. Así lo refleja Eloy de la Iglesia en sus películas. Este cineasta quemó su vida con ellos para plasmar magistral y humanamente su trágica rebelión sin causa y hasta murió como ellos, de Sida. El sesgo que ha tomado la tipología de delitos cometidos menores en la actualidad genera una enorme alarma social. Espeluzna que cuatro niñatos de la burguesía quemen viva a una mendiga “sólo para divertirse”. O que el famoso Rafita, de los arrabales chaboleros de Madrid, viole, asesine y queme a Sandra Palo, de Getafe, y que ser menor al poco tiempo volviera a andar libre la calle. Libre para delinquir. El desgarro de una madre, Maróa del Mar Bermúdez, que clama para ampliar las penas, no es suficiente, aunque sea dramático, para llevar a la calle el debate de la cadena perpetua. Y mucho menos plantear seguir bajando la edad penal de los menores. No. Aunque haya países como Reino Unido donde se considera penalmente responsable a un niño a partir de los 10 años, y en Alemania a partir de los 14 años. En España tenemos una ley muy protectora que sólo permite entrar en la cárcel a partir de los 18 años. Si bien, hasta esa edad, existen centros de Internamiento donde se trata de reeducar y reinsertar al menor. Los legisladores tienen que atenerse a los derechos inviolables y a las circunstancias sociales. El principio inviolable de la ley y el castigo es no perder los objetivos de rehabilitación y no sucumbir a la tentación del linchamiento popular para un caso concreto. Un caso, o dos, o tres, no pueden hacer una ley. Por muy espantoso que resulte que el asesino de Marta del Castillo esté poniendo en jaque a la Policía y a los miembros de Justicia e Instituciones Penitenciarias, la ley establece que mientras no haya cuerpo, no se puede probar y castigar el delito. Es perfectamente lícito, aunque sea antipopular, que un reo, o el abogado del reo, tengan derecho procesal a esgrir todos los argumentos y argucias que estén en su mano para su defensa. Es insultante para la sociedad. Pero es garantía de Ley. Por tanto, las Reformas de la Ley del Menor no pueden ser establecidas al albur de actos execrables, pero aislados, sino tras un análisis riguroso de las tendencias e influencias sociales en el tipo de delito. La generación de niñosllave (sin presencia de los padres) ha dado paso a la generación nini (ni estudian, ni trabajan) que gozan de todas los privilegios, en una sociedad sin valores, que no les exige sus deberes.
Concha Minguela
Directora de Gente en Madrid