El primer discurso sobre el Estado de la Unión de Obama

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La Constitución de los Estados Unidos establece que, de vez en cuando, los Presidentes deben dirigirse a las Cámaras del Congreso y del Senado, de manera conjunta, para darles su visión sobre el Estado de la Unión. De manera habitual, los presidentes cumplen con este mandato constitucional a principios de cada año. En ocasiones los presidentes hacen uso de esta potestad en momentos de extraordinaria necesidad y cuando tienen que comunicar algo tante a la Nación. Obama, desde que tomó posesión, lo ha hecho en dos ocasiones, además de ésta: en febrero de 2009, cuando hizo una declaración programática de su agenda de gobierno; y en septiembre de 2009, cuando quiso defender su reforma sanitaria, entonces en peligro de no salir adelante.

 

Esta tercera ocasión en que Obama se dirigió de manera solemne a los poderes del Estado ha sido especialmente significativa. Obama ha vuelto a poner enca de la mesa los motivos los que decidió presentarse a presidente. Ha querido mostrar que no se aleja un ápice de su programa de gobierno y que está decidido a sacar adelante su agenda legislativa. Para variar, los medios de comunicación de medio mundo y los expertos tertulianos interpretaron las palabras del presidente a la luz de los recientes acontecientos ocurridos en Estados Unidos a principios del año 2010. Ciertamente, Obama tomó buena nota de todo lo sucedido en América durante la Navidad de 2009 y enero de 2010: pero dichos sucesos no han marcado de manera esencial el contenido del discurso del Presidente.

 

Sin lugar a dudas, Obama dio su discurso sabiendo que su popularidad según las encuestas y su índice de aprobación de su gestión son inferiores a los que tenía a principios de 2009, cuando tomó posesión. El Partido Demócrata perdió elecciones a gobernador en New Jersey y en Virginia. Especialmente dolorosa fue la pérdida del escaño del senador demócrata Ted Kennedy, en el Estado de Massachussetts, en el aniversario de su toma de posesión, el 20 de enero de 2010. Sobre todo, Obama sabía y sabe que el pueblo americano sigue sufriendo duramente las consecuencias de la crisis económica. Cuando Obama dio su discurso ante ambas Cámaras, el paro seguía enca del 10% y se continuaban cerrando empresas. Aunque el Producto Interior Bruto (PIB) americano cerró en positivo el últo trestre de 2009, la confianza de los consumidores y empresarios estaba en mínos históricos. Las esperanzas de muchos votantes que deseaban un futuro mejor cuando eligieron a Obama presidente en noviembre de 2008 no se han cumplido. Este es el contexto y la realidad desde los cuales Obama construyó su discurso: “Sé acerca de las angustias y ansiedades de la gente. No son nuevas. Esas luchas son la razón la que quise ser Presidente (…). Para esos americanos, y para muchos otros, el cambio no ha sucedido suficientemente rápido. Algunos están frustrados; otros están enfadados”. El Presidente no se engaña y reconoce que el estado de áno del pueblo americano, el 27 de enero de 2010 está (estaba) los suelos. Ciertamente, con dos guerras en curso (Iraq y Afganistán) y la peor crisis económica desde 1929, lo extraño es que los norteamericanos estuvieran contentos, en general. Para muchos, el Sueño Americano se ha convertido en una pesadilla en la que han perdido el puesto de trabajo, su casa y su seguro médico: “Me entero de las angustias de mis compatriotas dijo Obama en su discurso a través de las cartas que leo cada noche. Las más duras de leer son las escritas niños: preguntando qué tienen que abandonar su hogar (desahuciados), preguntando cuándo su papá o su mamá podrán volver a trabajar”. Para ser un Presidente al que se “acusa” de ser en exceso racional y, para nada, emocional (frente a Presidentes que conectaban, con empatía, con la gente), Obama quiso, en su prer Discurso del Estado de la Unión, dejar claro que es un hombre con compasión: palabra que, en su acepción latina (en su raíz etológica), significa “sufrir con el otro”. Hace muchos años, Barack Obama, desde su parroquia de Chicago, trabajó como organizador social, ayudando a personas pobres y con pocas otunidades, a encontrar un puesto de trabajo. En Europa, con subsidios, muchos pueden vivir sin trabajar; en Estados Unidos, donde se sacraliza el trabajo, ser desempleado es sinóno de ser un paria en la India.

 

Un Obama consciente de los sufrientos de sus compatriotas, inicia su prer discurso sobre el Estado de la Unión describiendo lo que sabe a la percepción constituyen los principales problemas que aquejan a la sociedad americana: crisis económica y desempleo. Por tanto, decide dedicar dos tercios de su discurso (de setenta minutos) a explicar cómo va a solucionar ambos problemas.

 

 

Lo asombroso de su enfoque es que Obama no adopta una visión cortoplacista. Eso es lo que dijeron muchos tertulianos (que Obama había dado un discurso con el único objeto de recuperar el favor de la opinión pública) y se equivocaron. La visión que Obama desplegó en su discurso abarca el largo plazo: no sólo los cuatro años de su prer mandato; no sólo los ocho años si gana las siguientes elecciones sino el período que abarca toda una generación de americanos, aunque su programa de gobierno le cueste la popularidad en el corto plazo: “Hice mi campaña electoral bajo la promesa del cambio cambio en el que podemos creer, como decía el slogan Y, ahora, sé que hay muchos americanos que no están seguros de seguir creyendo que podemos cambiar; o que yo soy capaz de cambiar las cosas. Pero tened una cosa en cuenta: yo nunca sugerí que el cambio fuera fácil  o que podría hacerlo yo solo. (…) Podemos hacer lo que sea necesario para aumentar nuestra popularidad en las encuestas y ganar las siguientes elecciones, pasándole los problemas a la siguiente generación de americanos. (…) La única razón la que estamos aquí es que generaciones de americanos antes que nosotros no tuvieron miedo de hacer lo que era difícil; de hacer lo que era necesario incluso cuando el éxito era incierto; hacer lo que fuera con tal de mantener vivo el sueño americano: para ellos, para sus hijos y para sus nietos”.

 

 

Obama, en su prer discurso del Estado de la Unión optó no encandilar los oídos con palabras bonitas; al contrario, expuso los retos de América y se comprometió, el camino más duro, largo y difícil, a solucionarlos. Con visión de largo plazo. Este enfoque de Obama evoca recuerdos de la campaña electoral. Basta revisar sus discursos de 2007 y 2008 para darse cuenta de que Obama no se ha alejado una pulgada de su programa electoral. Cierto, ahora (cuando escribo estas líneas, en pleno 2010) y, muy posiblemente durante todo su mandato, la economía va a ser su principal ocupación y preocupación. Pero todo esto ya estaba previsto en su programa electoral. En esto, Obama muestra una enorme coherencia, una gran consistencia en sus ideales. También es una muestra de su carácter, de su personalidad: Obama es un hombre persistente, que no se rinde fácilmente. En el discurso dijo varias veces: “We do not quit. I do not quit”. Nosotros no nos rendos, no abandonamos. Yo no me rindo; yo no abandono”. Sin embargo, las canas de su pelo, inexistentes un año antes, son testonio sbólico de que los problemas dejan su huella en el hombre. En su libro “Change we can believe in. Barack Obama’s plan to renew America’s promise”, en que se recogen sus ocho principales discursos de la campaña electoral de 2008, Obama pone foco en su plan para solucionar la economía; en su apuesta las energías verdes y renovables; en hacer de la reforma de la sanidad una de las piedras angulares de su mandato; habla de la necesidad de reformar el sistema financiero con una nueva regulación que evite los excesos del pasado para no caer en otra crisis económica de prociones monumentales; Obama habla de innovación tecnológica, vital para asegurar el liderazgo de Estados Unidos en el mundo; del libre comercio y la economía de libre mercado, en los que cree firmemente; Obama quiere reducir el déficit público que, con George Bush, se disparó a niveles insotables; el Presidente quiere bajar los puestos al 95% de los americanos, a la clase media y trabajadora.

 

 

Curiosamente, coincidentemente, los ejes del discurso de Obama son  idénticos a los de su programa electoral. El motivo es claro: los retos y problemas heredados de la era Bush son de tal envergadura que van a ser necesarios más de doce meses para solucionarlos. Más aún, Obama no quiere solucionar él sólo los problemas; ni siquiera con la ayuda de su propio Partido, el Demócrata. Obama lleva tres años proclamando a los cuatro vientos que es necesaria una coalición entre los dos grandes partidos para, “con visión de Estado” (como diríamos en Europa), ponerse a trabajar conjuntamente a solucionar los graves problemas que tiene América. Obama ha intentado, intenta y seguirá intentando en el futuro ganar el apoyo de los republicanos. Su discurso sobre el Estado de la Unión está plagado de referencias a la oposición, a la que tiende la mano: “Así que nos enfrentamos a grandes y graves dificultades. Y lo que el pueblo americano espera y merece es que todos nosotros, Demócratas y Republicanos, solucionemos nuestras diferencias, superemos nuestra querencia nuestras propias visiones políticas”. Y, a continuación, acude y se agarra a los valores tradicionales del pueblo americano, que son parte de su ADN como Nación: su enorme resistencia ante la adversidad y un constante optismo: “Los americanos comparten una resistencia tozuda ante las adversidades (…). Y es gracias a este espíritu esta gran decencia y esta gran fortaleza que estoy ahora más esperanzado que nunca en el futuro de nuestro país”. En esto, Obama conoce bien a sus compatriotas. Cada uno tendrá sus orígenes y creencias, pero todos compartes unos valores básicos en torno a la nación americana, que les hace ir detrás de la bandera cuando la ocasión lo requiere. De todos es conocido el patriotismo de los norteamericanos. Así como su creencia en Dios, cualquiera que sea su religión. De ninguna otra manera, todos los presidentes americanos lejos de la vergüenza que parecen sentir tantos mandatarios europeos al manifestar lo que creen hubieran acabado siempre sus discursos con un “Dios os bendiga a todos. Que Dios bendiga los Estados Unidos de América”. Obama sabe, experiencia que, cuando se deja de creer, todo se viene abajo: “la principal fuente de la fortaleza de América siempre ha sido nuestros ideales”, afirmó Obama. Esta es y ha sido una constante en todos los Presidentes americanos, Demócratas y Republicanos. Lo llevan en la sangre, no tienen que fingirlo, es su forma de ser.

 

 

El discurso del Estado de la Unión de Obama del 27 de enero de 2010 puso extraordinario foco en los problemas domésticos de América. Muchos expertos pensaron que, de esta manera, Obama dejaba de lado la política exterior para centrarse en la solución de los males nacionales. Es una forma de verlo…, pero muy naive y splona. Obama, al igual que todos los presidentes de América antes que él, sabe muy bien que la fuente del poderío de América no son sus tanques (Rusia o China, ejemplo, tienen muchos más tanques que América), sino su innovadora, dinámica y competitiva economía. Salvar la economía y América seguirá siendo la prera potencia de la tierra. “China no está esperando para mejorar su economía. Alemania no está esperando. India no está esperando. Estas naciones no se están quedando paradas. Estas naciones no están jugando a quedar en segundo lugar (…). Bien, pues yo no acepto el segundo lugar para los Estados Unidos de América”. Pero, para eso, América tiene que invertir en matemáticas y ciencia (educación), América tiene que mejorar sus infraestructuras e invertir en energías lpias que generan nuevos puestos de trabajo: “tenemos que anar e pulsar la innovación americana”.  Los chinos saben copiar, pero empresas tan innovadoras como HP, IBM, Kodak, Google, Yahoo o Apple…, todas son americanas y han conseguido para América el mayor número de patentes.

 

 

Sin embargo, Obama no olvida en su discurso las obligaciones internacionales de la prera potencia de la tierra. El Presidente recuerda que la guerra contra AlQaeda continúa siempre dentro de los límites de la ley; la tortura está prohibida, con él, que los controles de seguridad tras el intento de atentado del 25 de diciembre de 2009 han mejorado, así como la coordinación entre agencias de información; Obama aprovecha para reiterar sus “amables” amenazas a Corea del Norte e Irán: “si no abandonan sus programas de proliferación nuclear, sufrirán las consecuencias”. Y, en lo que a mí siempre me ha parecido una manifestación de la grandeza de áno de este presidente, cita a dos de sus presidentes preferidos: “Me he entregado a la visión de John F. Kennedy y Ronald Reagan a través de una estrategia que pide la proliferación de armas nucleares y busca un mundo sin ellas”. Como Obama se ha encargado de recordar tantas veces, ambos presidentes vencieron la oposición de muchos y se sentaron a negociar con sus enemigos, los soviéticos, al objeto de reducir los arsenales nucleares y hacer del mundo un lugar más seguro. Gran cambio con respecto a su predecesor, George Bush, quien quemó los barcos a lo Hernán Cortés, pidiendo cualquier solución negociada con estados enemigos.

 

En Hispano América, donde Obama encuentra cada vez más oposición de regímenes de izquierda (Cuba, Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Argentina, etc), la prioridad sigue siendo estrechar los lazos comerciales con los países amigos, Colombia y Panamá.

 

En resumen, el discurso del Estado de la Unión de Obama, pronunciado un año después de tomar posesión, fue toda una declaración de principios para actuar durante todo el año 2010  y toda la legislatura, hasta 2012 y más allá. Su foco va a ser solucionar la economía y crear empleo. Hacer que el crédito llegue a particulares y empresas. Bajar puestos a la clase media y trabajadora y reducir el déficit público, para no dejar (demasiado) hipotecadas a las nuevas generaciones. La reforma sanitaria sigue adelante: “Esto es lo que le pido al Congreso: no dejéis de lado la reforma sanitaria. No ahora. No cuando estamos tan cerca de aprobarla. Encontremos una forma de trabajar juntos y acabar el trabajo en beneficio del pueblo americano. Hagámoslo posible. Hagámoslo posible”.

 

Las energías lpias y renovables seguirán siendo prioridad en su gobierno: para Obama, es lo correcto; hay que evitar el cambio clático y proteger el medio ambiente; es, además una fuente de generación de riqueza y nuevos empleos; es, en definitiva, un nuevo tipo de economía en que fundamentar el creciento.

 

Obama es consciente de que como cuando él se presentó a Presidente muchos americanos no confían en Washington, no confían en los partidos, ni en los políticos ni en el Gobierno, ni en él. Obama ganó las elecciones bajo la promesa de cambiar las cosas en Washington; entre otras medidas a aplicar, metiendo en vereda a los expertos en lobby. Y haciendo que los bancos asuman su responsabilidad para con la sociedad, después de haber sido rescatados con el dinero de los contribuyentes. La educación, un sistema educativo innovador, competitivo y que premia el éxito en vez del fracaso seguirá siendo piedra angular de su gobierno. Por últo, como con el Presidente Bill Clinton, quien dirigió la nación en su década de mayor prosperidad económica, Obama volverá a centrarse en América y en los americanos. Y acaba con un mensaje de esperanza y de confianza de los americanos en sus capacidades: “Somos fuertes. Somos resistentes. Somos americanos”. Palabras que evocan a Ronald Reagan, cuando decía que América era una nación elegida Dios para liderar el mundo libre. Obama acaba su discurso invocando también a Dios: “Thank you. God bless you. And God bless the United States of America”.

 

¿Qué pensó la gente del discurso de Obama, después de verlo en televisión o en intet o escucharlo en la radio? Según una encuesta de Opinion Research Coration, para la CNN entre personas que escucharon el mensaje, el 78% tuvieron una percepción positiva, frente a un 21% cuya opinión fue negativa. Para un 71%, el discurso de Obama iba en la dirección adecuada para solucionar el país, frente a un 27% que pensaba lo contrario. Sobre si el Presidente tenía la razón o no en lo que decía, la encuesta mostraba división de opiniones: un 55% contestaron que el Presidente tenía razón, versus el 44% cuya opinión era la contraria.

 

¿Fueron las prioridades establecidas el Presidente en el discurso sobre el Estado de la Unión las adecuadas para sacar al país de la recesión? Para un 50% la respuesta fue positiva; para el 49%, la respuesta fue negativa. Para un 66% el Presidente inspiró confianza; para un 34%, lo contrario.

 

Para un 67% Obama tendrá éxito en su programa de mejora económica; un 32% piensan que fracasará. El 49% de los americanos que vieron su discurso creyeron que Obama sería capaz de reducir el fuerte déficit público, frente al 47% que no confiaban en las capacidades del Presidente. El 51% opinaban que Obama triunfará con la reforma de la sanidad, mientras un 46% expresaron la opinión contraria. Según el 59%, Obama será capaz de crear y/o salvar puestos de trabajo; el 39% no confían en que lo conseguirá.

 

Los resultados de la encuesta muestran una nación polarizada y dividida. Con elecciones legislativas en noviembre de 2010, Obama que ya ha puesto a trabajar a su maquinaria electoral de 2008, con su director de campaña, David Plouffle a la cabeza se enfrenta a un año difícil en que tendrá que emplearse a fondo para mejorar la economía y, sobre todo, infundir de nuevo esperanza en sus compatriotas.

 

 

Jorge DíazCardiel

Director Corativo y Opinión Pública

Ipsos Public Affairs España

 

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