Universidad de Alcalá contra el Director de Diario de Alcalá

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… curiosamente la mujer del director de este diario que ha sido sustituída la mujer de un ex asesor de Zapatero, Javier Valenzuela. Antonio R. Naranjo, director de la cabecera acusa a Valenzuela de ‘colocar a su mujer a costa de otra’….

La historia es la siguiente: Antonio R. Naranjo es director de Diario de Alcalá, una publicación que se dedica a informar de todo lo que pasa en esta ciudad, incluyendo las informaciones de la Universidad de Alcalá, una de las entidades más tantes de España y motor del desarrollo de Alcalá de Henares. No obstante, a Fernando Galván, rector de la Universidad, no han gustado muchas de estas informaciones.

 

¿Y qué ha pasado? Galván ha realizado un sospechoso recorte de plantilla de una sóla persona. La persona que ha sido despedida es curiosamente la mujer de Naranjo y la única que se mantenía en el equipo desde antes de la llegada del actual Rector. En su lugar Galván ha fichado a otra profesional, que coincidentemente, también es mujer de otro periodista; en este caso Javier Valenzuela de El País. Valenzuela otra coincidencia es muy cercano a Zapatero y al Rector, lo que da pie más que suficiente para que Naranjo critique duramente las vinculaciones de Valenzuela con el poder.

 

Precisamente Naranjo ha  enviado una carta criticando mesta situación, prero al propio Valenzuela y luego a Javier Moreno, director de El País. Por su interés reproducos la misiva, así como el mensaje que Naranjo ha colgado en su Facebook para pedir apoyos frente a lo que él considera una injusticia.

 

POR ANTONIO R. NARANJO.  (Ésta es la carta que le remití el sábado a Javier Valenzuela, periodista de El País. Quienes me conocen saben bien cuánto me incomoda hablar en prera persona. Pero se me hace aún más cuesta arriba la injusticia. Y es superior a mis fuerzas, definitivamente, callarme ante los presuntamente poderosos y ante los cínicos. Así que me toca superar el pudor y hablar de ello a cielo abierto. La cosa es bien sencilla: a mi pareja le han echado de su trabajo en la Universidad de Alcalá que yo hacía el mío en mi periódico: criticar, vigilar, informar, participar en una institución crucial para nuestro entorno. Así de cutre, de machista, de injusto, de franquista. Y a la de Javier Valenzuela, en cambio, se lo han dado: tengo derecho a pensar que no hacer bien el suyo. Aprovecharse de una injusticia cuando se va la vida de paladín de las causas nobles, como este señor de mirada fija en su propio ombligo, es lamentable y denunciable, pero puede alegarse desconociento. Inducirlas es condenable, de la única manera en que condenamos los periodistas: dándolo a conocer. Lo cierto es que el tal Valenzuela ha logrado que su esposa consiga trabajos allá donde él tenía mano y amigos: esto no la prejuzga a ella, o sí, pero sí a él sin duda. En lo personal quizá; en lo profesional especialmente: los periodistas pagamos con nuestros medios. Y esa sospecha, esa duda, merece saberse. Le he enviado esta carta, a él prero, al director de El País después con otra que supongo haré pública y ahora a vosotros: a partir de ahora es de todos. Sólo espero que se sepa, que se cuente, que se diga, que se debata, que se difunda. Ahí va. Disculpa Celia, no te merecías lo que te ha hecho el pobre hombre que ahora es rector de la Universidad de Alcalá, y tampoco te mereces esta carta quizá; pero espero que de todos los jaleos en que te has visto plicada sin comerlo ni beberlo, éste sea el único que te hace un poco de justicia).

Alcalá, 22 de mayo de 2010

Hola Javier,

Soy periodista, como tú dices serlo, pero me da la sensación de que no nos dedicamos del todo a lo mismo. O no, cuando menos, el mismo tiempo: en mi caso es siempre, las 24 horas del día los 365 días del año; en el tuyo es obvio que hay excepciones y paréntesis. Verás, mi mujer ha perdido el trabajo que tenía y la tuya ha logrado el que no tenía y eso nos une de algún modo peculiar a ti y a mí, que lo demás tenemos poco en común más allá de algunos amigos compartidos.

Hasta aquí, esta historia puede ser normal, más aún en estos tiempos de ‘pleno empleo’ que tanto promocionasteis algunos mientras estigmatizabais a quienes, desde el periodismo de siempre, veíamos preocupados lo que ahora está pasando: de esto también deberías sentirte un poco responsable, pero ésa es otra historia. A lo que íbamos: tú y yo no hablaríamos de lo anterior de no ser un par de coincidencias que seguro te resultan tan llamativas como a mí:

1. Ella ha sido la única persona despedida de todo el Gabinete del rector, pese a ser la única que tenía un trabajo previo en la Universidad de Alcalá. Y se da la circunstancia añadida de que incluso han retornado otros que ya no estaban, todos tan bien relacionados como tú con ese tipo de dirigentes del PSOE que hacen red con una facilidad inusitada, ora en el Congreso, ora en la Universidad, ora en la Casa de América, ora en el Defensor, ora en Iberdrola, ora en Cajamadrid ora… no sigo, habría que saltar continentes, sería muy largo y ambos sabemos bien de quiénes hablamos y qué como para que necesitemos invertir más tiempo en detalles.

2. Yo, como todo periodista que se precie de serlo, he hecho mi trabajo, supongo que no del todo del gusto del nuevo jefe de tu esposa, que lo que comprobado siempre encuentra un hueco allá donde tú y tus concienciados amiguetes tenéis mano. La relación de causa y efecto entre mis funciones y su despido es tan evidente como conocida en la Universidad, jaleada en distintos foros de intet y consagrada, splemente, los hechos. Malo es ser despedida, represaliada y agraviada ser mujer; pero mucho más lo es lo que hace su pareja.

Estos dos puntos tienen una relación indirecta contigo, y me produce pereza contártelos sin el conociento de la afectada, pero no se te escapará que son indispensables para entender lo que sí tiene que ver con tu persona más que con tu probablemente encantadora Dácil, motivo de estas líneas y de la explicación de los antecedentes. Me pregunto, ir al grano ya, si no te da vergüenza el contraste entre un periodista que hacer su trabajo provoca el sonrojante despido de su mujer, de intachable currículo; mientras otro logra uno para la suya no hacer bien el suyo. El prero soy yo; el segundo eres tú.

Puede decirse de otra manera, si acaso la anterior no te resulta elocuente: yo tenía que haber renunciado a cumplir con mi trabajo para que ella mantuviera el suyo (así de bochornosos son estos universitarios de pacotilla, abonados al clientelismo lanar con sus propias familias como tú con la tuya, opacos en su malversación de la esperanza en el conociento para vergüenza de Unamuno y como metáfora de la crisis aguda que aguarda a la institución) y no lo hice; tú has renunciado a ejercer con decencia el tuyo para que tu pareja lo consiga: no tenemos ninguno de los dos derecho a jugar con algo que no es nuestro aunque representemos, nuestra posición en un medio de comunicación, pero sería más humano aunque igual de indigno haber engañado a tu propio periódico para lograr algo que te querían arrebatar injustamente que para conseguir algo que no te merecías.

Está mal ir la vida buscando enchufes para la familia usando el cargo, el periódico y los amiguetes que todos acumulamos en este viaje pero sólo algunos utilizáis con tanta frecuencia en el ámbito personal para lograr algo que no teníais mientras otros asistos a una pérdida injusta no renunciar a la esencia de esta profesión: independencia, libertad, justicia, criterio y esos mismos valores que tan bien se te da defender en público y tan mal aplicar en privado. Y está feo aunque no haya consecuencias personales para nadie con nombre y apellidos: el precio que se paga es enorme para el medio que al final corre con la factura de las copas de quienes trabajando en él, no lo respetan y lo utilizan con fines egoístas. Tus compañeros, tu periódico y sus lectores, entre los que me cuento, no se merecen ese abuso y tienen derecho a conocerlo.

Quería que lo supieras, personalmente, antes de que decida cómo tramitar este asunto más allá de las fronteras de un correo privado entre tú y yo. Lo haré, pero en esto también soy un clásico: prefiero anticiparte en persona la denuncia profesional que haré en el terreno otuno tu periódico, las asociaciones correspondientes, los medios de comunicación sensibles antes que darte una sorpresa soez que lo mismo tú te mereces, pero yo no.

Nunca me ha interesado demasiado lo que dices ni escribes, pero sí me queda la sensación de que has dedicado no poco tiempo a denunciar las injusticias del mundo: se te da muy bien convertir esa presunta conciencia en un homenaje a ti mismo en tus libros, destinos políticos y tertulias, pero a todas luces no haces justicia a tu pose en terrenos más cercanos en los que esos principios encuentran una otunidad de aplicarse. Qué bochorno, Valenzuela, y qué cinismo, Javier: como decía Wilde, tú eres uno de ésos que sabe bien el precio de todas las cosas pero desconoce el valor de una sola de ellas.

Estoy convencido de que seguiremos charlando anadamente y seguro que a ambos nos encantará que participe en este interesante debate todo aquel que vea en los pequeños detalles, como Stefan Zweig, los auténticos momentos estelares de la humanidad.

Hasta pronto, pues, con mi menor cordialidad y el más sincero de mis desprecios.

Antonio R. Naranjo
Director de Diario de Alcalá

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